Me han dicho que nací un 2 de octubre de 1972. En el hospital público de Cruces en Barakaldo. Como Antonio Gala, Gandhi o Marx (Groucho). Como ellos en la fecha me refiero, porque estos de Cruces no son...
Estudié en un Colegio Público (Zurbaran de Bilbao), un instituto público (Gabriel Aresti) y una Universidad Pública (la UPV). Por tanto ante todo soy deudor social. Ya sé que ahora se lleva más lo de haberse hecho a uno mismo, el "self made man", pero que le vamos a hacer: en aquellos tiempos de coderas y rodilleras remendadas, de jerseys heredados de primos, sin aquellos incipientes servicios públicos no daba ni para el "making off"
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Aprendimos matemáticas con la ayuda del rigor anatómico de un nudillo en la cabeza, y algo de física con los newtons necesarios para desplazar una cabeza, sopapo mediante. Es que aún quedaban rastros de lo que eran los estertores del franquismo y algo después apenas los aires nuevos del profesorado renovado y juvenil. Hice mi primer pinito revolucionario llevando a clase, aún no sé yo a santo de qué, un enorme cartel de papel con la “boda” de Felipe González y Reagan. Supongo que sería por la campaña anti-OTAN, creo que del EMK. Le pegamos en el corcho de clase y no conllevó, que recuerde, mayor castigo.
Este pésimo criterio a la hora de estimular el reflejo condicionado que mis profesores demostraron entonces, sin duda fue el inicio del relativismo de la LOGSE y el fin de las certezas eternas. Y así acabamos, claro, que diría Wert. En lugar de descriptor de radios, me hice rojo.
Mi barrio era de cascotes, casas viejas derruidas y abandonadas durante años, donde anidaba algún borracho cuando los borrachos acababan siendo símbolos de barrio, y entrábamos a recoger el balón entre alguna rata que otra, de tamaño XL. Nunca vi a ningún hombre de aquellos que regalaban droga en caramelos y llegamos a tener una fábrica, la de Echevarría en sus últimos años de funcionamiento echando humo a apenas 200 metros del cole y a poco más de casa.
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En cambio los comentarios de texto sobre prosa y verso me situaban en la parte noble de la clase. Miradas indefinibles de compañeros que ante la explicación a una metáfora dudaban de si aquello era cuestión de imaginación o de estar como un cencerro. Duda razonable.
Las mejores profesoras y quizás las peores. Se podía dar clase seduciendo y manteniendo a raya aquellas jaurías. Fue una bofetada de libertad, de huelgas, de nuevos ambientes. Y del sectarismo político que se manifestaba patente, de una forma explícita. Lesiva.
En el barrio se habían dejado de escuchar tantas historias de drogas y peleas en las discotecas de barrio. Porque había discotecas en el barrio… Cadáveres con piernas recordaban dramáticamente que por ahí no.
La Universidad y el Graduado Social de entonces, posterior Relaciones Laborales. Cuando llegué conocí la universidad a distancia. Porque a distancia estaba el profesor, en una clase de más de 300, a lo lejos, pequeñito, minúsculo. En una tarima para que desde el fondo sur le intuyéramos hablando de Taylor, Beveridge, varianzas o contingencias comunes.
El primer año, en los bajos de enfermería debían caernos partículas tóxicas por las cañerías(creo recordar que isotopos o algo así, no es broma, o al menos eso se denunció) Aciertan: cuando me marché iniciaban la construcción de la nueva Escuela de Relaciones Laborales, un magnífico edificio al que sólo volví, años después, a dar charlas sobre trabajo, juventud y sindicalismo.
Por tanto además de deudor social soy, como mi generación pública, de los que llegaron tarde a todo. O pronto, según se mire.
Fui reparte-pasteles desde el final del insti hasta años después de terminada la carrera. Fines de semana y temporada alta en bautizos, bodas y comuniones. Fiestas de guardar (lejos, si es posible...) Oficinista un breve tiempo. Porque casi nadie se acuerda de las brutales tasas de paro que tuvimos a mediados de los 90.
Estuve dos veces en la campaña de la fresa en Castronuño, pueblo en el que quedaron muchos de los mejores jirones en veranos y escapadas.
Y el segundo acto revolucionario en 1991, al intentar tomar el palacio de invierno y colocar a un pastor del pueblo como alcalde, secretario y cura a la vez. Se lo fuimos a explicar a los interesados en alegre comandita bolchevique. Pero no les gustó la idea. Bueno, tal vez fuera la idea o tal vez la hora de la explicación: las 3 de la mañana de un 31 de julio no son horas de derrocamientos, debieron pensar. La Guardia Civil y el Juez pensaron lo mismo que ellos. Ya se sabe, los poderes fácticos es lo que tienen, que se confabulan y te meten un arresto domiciliario o una multa a la que te descuidas.
Luego llegaron otros tiempos, cosas muy duras que no voy a contar aquí, otra vida, el trabajo en el sector de la madera durante unos años y finalmente el sindicato. Como pasa algunas veces en la vida, casi por casualidad y con conjunción de astros mediante. Pero a partir de aquí, eso ya corresponde a otro apartado.
Luego llegaron otros tiempos, cosas muy duras que no voy a contar aquí, otra vida, el trabajo en el sector de la madera durante unos años y finalmente el sindicato. Como pasa algunas veces en la vida, casi por casualidad y con conjunción de astros mediante. Pero a partir de aquí, eso ya corresponde a otro apartado.
1 comentario:
Encantada de haberte leído :-)
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