Ayer, viernes 30 de noviembre, he tenido el placer de cerrar un breve y
sencillo acto rememorando el día que se inició (hace 46 años) la huelga de
Bandas. Tenía pensado hacer una loa a los trabajadores y también a sus mujeres
(entonces normalmente no incorporadas al trabajo remunerado), al valor de la
huelga y a la gestación de la Comisión Obrera de Vizcaya en aquel momento.
Sin embargo anotando algún aspecto de aquel
conflicto he decidido cambiar el guión.
- La huelga de Bandas se dio en un contexto de falta de libertad política evidente.
- Empezó por problemas concretos (relacionados con rebajas de primas, nuevas formas de organización del trabajo y que se complicó con despidos) y fue adquiriendo una dimensión global. Primero en las empresas del entorno, luego de toda Euskadi, del Estado e incluso con alguna muestra internacional de apoyo.
- En el contexto de la huelga se produjeron chantajes empresariales con la amenaza de expulsar de sus casas (propiedad de la empresa) a las familias de los huelguistas
- La huelga se dio en un tiempo en el que se producían importantes cambios en los métodos de producción que trataban de imponerse, evidentemente, mediante la imposición empresarial.
Tras contemplar este breve glosario he pensado. ¡Joder!, pues de muchas de estas cosas llevo
yo diez días hablando en todos los congresos de las federaciones de Euskadi.
Sin querer frivolizar, ni forzar analogías…
- No vivimos una dictadura con ínfulas totalitarias. Vivimos en una democracia representativa con pluralidad de partidos. Pero pocas veces como ahora, la aplicación del pensamiento único y la estrechez de las opciones políticas (sobre todo en política económica) se hace aparecer como un sucedáneo de dictadura tan explícito. “Sólo se puede hacer esto. No Hay más opción”
- Vincular los problemas concretos con los generales. Lo propio con lo común. Sigue siendo uno de los grandes retos del sindicalismo confederal y de clase. La corporativización es la (su) alternativa. El intento de romper el marco sectorial y atomizar la relación laboral sólo en la empresa es uno de los objetivos de la reforma laboral. Vuelta al clan. Individualismo. En contra, trabajar por espacios de interés compartido, sectoriales, multisectoriales o internacionales. La integración de interés común compatible con lo propio, frente a repliegue reaccionario. Es uno de los retos.
- Las empresas no chantajean con la expulsión de las casas (claro, ya no las facilitan) pero la resaca hipotecaria y de sobreendeudamiento explica no sólo muchas variables económicas actuales, sino que han lastrado y lastran la autonomía personal y reivindicativa de muchas y muchos trabajadores.
- Los cambios impuestos en los métodos de producción. Todavía en 2.012 está vigente la antigualla franquista del poder exclusivo del empresario en la organización del trabajo. Frente a un sindicalismo abierto, dispuesto a hablar de flexibilidad interna pactada frente al ajuste externo y del empleo. De procedimientos, garantías y corresponsabilidad. En frente, el concepto de empresa como cortijo que rezuman los cambios legislativos impulsados en estos últimos años.
Todo esto me ha llevado a tres reflexiones breves.
La historia no se repite, los contextos son totalmente distintos, pero los
problemas de fondo, los conflictos de fondo siguen teniendo muchos elementos en
común.
El sindicalismo siempre tuvo y tiene que
repensarse. Una canción de Aute, que unos años después de la huelga de Bandas
escribió Al Alba, dice aquello de que “el pensamiento no puede tomar asiento.
El pensamiento es estar siempre de paso…” Y así de paso, sin tomar asiento hay
que afinar formas de intervención, de refuerzo organizativo con el que hacer
frente a los nuevos contextos.
Y una tercera reflexión sobre el valor de la
huelga. Tratada de desprestigiar por vía burda o más sutil. El 14-N la caverna
dijo cavernadas. Pero hubo una posición más fina, más ladina que trata de
disociar el resultado de la huelga del de las manifestaciones. La huelga fue el
catalizador de las manifestaciones que ni de lejos hubieran tenido ese
resultado sin la convocatoria.
Claro que hay que adaptar las formas de
movilización. No se puede perder de vista el contexto del nuevo marco laboral,
la composición del tejido productivo, la dimensión de las empresas, las tasas
de paro, las nuevas formas de socialización complejas y multiformes. Todo eso
hay que tener en cuenta a la hora de definir la movilización sindical y social.
Algo hemos hecho ya, trascendiendo del concepto de paro laboral para buscar
confluencia social. Saltar las barreras cada vez más simbolistas que reales de
los estados-nación a la hora de plantear una movilización internacional.
Pero nada de esto debe ir en detrimento del valor
de la huelga. Del valor de la interrupción del proceso productivo por parte del
trabajo para recordar que la relación laboral sigue siendo una relación
conflictual. Qué tal conflicto se sustancia en la empresa y en el sector y en
la sociedad. Y que sin el valor del trabajo ni hay riqueza, ni hay sociedad. Ni
hay ná de ná.
Y de todo esto he hablado hoy después de Alfredo
Izquierdo, huelguista en Bandas y actual Secretario General de la Federación de
Pensionistas y Jubilados de CCOO de Euskadi. Por cierto, un honor.
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