Presiento que al hilo de alguna movilización respecto al
paro se va a volver a escuchar el recurrente mensaje de que los sindicatos no
se ocupan ni se preocupan de las personas en paro, sino únicamente de aquellas
que tienen empleo. Y habrá quien apostille aquello de “y sólo de quienes tienen
un buen empleo”.
Adelanto dos cosas. No estoy de acuerdo con esa visión, pero
la entiendo en función de quien la formule. Dicho claramente. Una persona
que está en paro quiere un trabajo. El
sindicato no le puede proporcionar el trabajo. Por tanto la relación entre la
persona y el sindicato es de insatisfacción.
Con recordar de forma superficial aquello de las jerarquías
de necesidades de la psicología de Maslow, a cualquier persona que quiera
trabajar y no pueda es muy probable que le importe un pito lo que yo pueda
decir a partir de ahora. Lo acepto y lo asumo, pero pese a todo voy a seguir
porque muchos de quienes acuñen la frase inicial estos días, ni van a ser
parados, ni van a pronunciarla desde ninguna empatía real con el parado, sino
más bien desde otros preceptos ideológicos.
Creo que los sindicatos o al menos el mío, cuando hacen una
crítica de fondo a la orientación actual de las políticas económicas lo hacemos
desde la sincera convicción de que están agravando y alargando el drama del
paro. La ración de políticas de austeridad, la devaluación interna, etc. tienen
un efecto de contracción económica que nadie discute.
Algunos dicen que en
compensación mejora los sectores exteriores y por tanto la competitividad y en
una segunda fase supondrán recuperar actividad y empleo.
Pensamos que esto no es así. La austeridad no sólo está
siendo socialmente injusta y dolorosa. Conlleva deterioro de la actividad, no
están suponiendo una real recuperación de los sectores exteriores (los que realmente
exportan son los que mejor comportamiento han tenido ante la crisis; muchos de
los sectores más devaluados salarialmente no son los exportadores) y por el
contrario está deprimiendo la demanda interna. Y eso si conlleva consecuencias
constatables de reducción de actividad y empleo.
Por otro lado siguiendo el dogma, todos a la vez haciendo
políticas de austeridad podrán terminar por mejorar el sector externo… cuando
poblemos Marte.
En segundo lugar CCOO lleva formulando varios años un
enunciado al que no siempre se presta atención desde el punto de vista del
problema del paro. Aquello de sustituir la flexibilidad externa (contratación
precaria-despido sencillo) por esquemas de flexibilidad interna pactada. Se
trata de establecer mecanismos de adaptación del volumen de trabajo al ciclo
productivo no soltando el lastre de empleo temporal, sino adaptando el volumen
de trabajo sin perder empleo.
Se podrá decir que es un enunciado teórico. No lo es. Es
este país se han pactado (antes y después de la reforma laboral, para que no se
emocione y se apunte el tanto la Ministra) cantidad de Expedientes de
regulación temporal de empleo. Reducciones de jornada o suspensiones de
contrato que han evitado decenas de miles de despidos.
Hemos solicitado medidas
complementarias que incentiven estas prácticas. En su día por ejemplo, la
reposición de las prestaciones de desempleo hasta 180 días para quienes pese a
haberse acogido a estos ERTES, terminaran en el paro porque la situación no
remontó. Era una forma de incentivar esto y desincentivar lo otro. La
eliminación de esta medida, así como la reforma laboral, facilitando el
despido, o la precarización del tiempo parcial inciden en el viejo esquema.
Contrato precario, despido fácil. Y en una sociedad de mercado, lo que se hace
más barato y más fácil se usa más.
En tercer lugar CCOO ha sido un sindicato proactivo respecto
a las necesidades de las personas desempleadas y sus necesidades. Nuestro
propio rol en la determinación de las políticas activas de empleo. Ser
proactivo significa implicarse. Necesitamos detectar cómo va a evolucionar
las necesidades de producción, los sectores, la tecnología, la cualificación
requerida; desde esa detección diseñar, promover e implementar medidas de
adaptación, cualificación continua, intermediación, reconocimiento competencial,
etc. Y lo tenemos que hacer desde ese montón de antenas que tiene el sindicato
por estar en los centros de trabajo, junto con las antenas de las organizaciones
empresariales, y las de la propia administración pública. Porque esto luego hay
que hacerlo en lo micro. Por comarca, por empresa, por sector. Para eso
queríamos y queremos presencia en órganos tripartitos y paritarios como debiera haber sido Lanbide.
Y como digo ahí somos y queremos seguir siendo proactivos.
Sabiendo que en esto del paro ser reactivo es mucho más sencillo, claro. Y más
agradecido porque a veces, en esos escalones de la jerarquía de necesidades, tiene más éxito de crítica y público el populista.
Termino. En lo del “sólo
se ocupan de los que tienen trabajo” suele esconderse una trampa ideológica
muy liberal, que suele comprar algún despistado. Como el sindicato genera derechos,
salarios, etc. para quien trabaja, y esos derechos, salarios, etc. pretenden
ser rígidos, suponen una frontera de exclusión para los que no trabajan. El
derecho se equipara alegremente al privilegio y acabamos por tener la culpa de
la segmentación múltiple del mercado de trabajo.
No hay que ser muy agudo para ver la resolución del dilema
que apuntan, aunque no suelen concluir para que sea la propia gente la que
equipare derecho a privilegio. Relativícese el derecho, redúzcase el salario,
des-normativícese el procedimiento. En definitiva, trabajen con menos derechos,
con menos garantías, con peores condiciones, pero trabajen más personas. Y a
eso están.
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