La filosofía oriental alumbró el concepto del Ying y el Yang que ha trascendido como fundamento conceptual de la dualidad. Cada idea o cada ser tienen un complemento del que depende su existencia. Aunque parezca una excentricidad, el proceso de construcción de Europa tiene algo de esto.
Lo digo por la peligrosa pendiente por la que la crisis económica está empujando este invento económico y poco político que es la UE. En algunas interpretaciones que se dan en países centrales de Europa (o al menos en segmentos políticos y sociales) esta crisis pone de relieve las distintas velocidades del continente, que explican buena parte de lo que está ocurriendo. Típicos lugares comunes sobre el industrioso norte y el dadivoso sur. La cigarra y la hormiga.
Esta construcción político-moral envuelve bien la conveniencia de no avanzar en un fortalecimiento de Europa como proyecto político que vaya más allá de crear un espacio económico común, una moneda única y una política monetaria destinada a controlar la inflación. Por supuesto también de la extrema dureza de los planes de ajuste, presentados como una especie de saldo de cuentas con tintes de justicia casi bíblica.
Por el contrario, creo que la construcción Europea tuvo mucho más de esquema dual y complementario de lo que se quiere hacer creer. El dibujo circular del Ying y el Yang algo tienen que ver con lo que ha pasado en el histórico proceso de construcción de un marco jurídico-político y económico de una realidad realmente tan diversa.
Sintetizando mucho y probablemente con un trazo imprudentemente grueso: La capacidad enorme de exportación de Alemania y su envidiable balanza comercial requirió de una mejor capacidad importadora del resto de Europa. Rotos los esquemas arancelarios tiempo atrás y deglutiendo la unificación de la extinta RDA, acordaron un proceso de moderación comparativa de su demanda interna que a la vez de mejorar aún más su potencial exportador, generó un enorme excedente de capital.
Fue esa doble circunstancia (necesidad de expandir sus exportaciones y acumulación de capital) la que unida a las políticas de bajos tipos del BCE promovieron el enorme endeudamiento privado en los países periféricos de Europa.
En efecto, en lugares como España las burbujas crediticias pasaron de ser el aceite del motor de la economía real a uno de sus principales combustibles. Vinculadas a estrategias agresivas de alto riesgo por parte de las entidades financieras y a un bien en continúa y suicida revalorización como la vivienda, completaban un círculo que para algunos se presentó como virtuoso.
Es decir, que estamos ante un escenario de responsabilidades compartidas, porque los riesgos eran compartidos. Las políticas de suelo, de fiscalidad respecto a la vivienda, de endeudamiento de bancos y cajas, y de ahí a personas y empresas generan unos efectos. Sustentados, eso sí, en los prestamistas que a su vez no valoraron adecuadamente los riesgos, o haciéndolo prefirieron impulsarlos. Sus buenos retornos financieros y su meritoria capacidad exportadora que se vieron ampliamente retribuidos, son el alter ego del espejismo de riqueza mediterráneo y de otros países.
Los planes de ajuste, la política de las agencias de calificación, los rescates… están priorizando salvaguardar los intereses de la Unión de Acreedores, por encima de la propia capacidad de crecimiento de los países en peor situación. La llamada consolidación fiscal incide en la reducción del gasto público, social y de inversión, rompe consensos sociales. Muy mal camino.
¿Se acabaron las complementariedades de la expansión? ¿Toca moral calvinista en la depresión? Al menos hasta que los que cobran piensen que pueden apretar y (supongo) que no ahogar. En el camino van a debilitar Europa y su legitimidad. Incluso ya está ocurriendo con los propios estados que se perciben como incapaces de ser algo más que cobradores del frac de los acreedores y disciplinadores de deudores.
O se cambia el esquema de prioridades, o se crea una Unión de Deudores que se plante o vienen tiempos oscuros. Porque en nuestra vieja Europa no siempre aquilataron bien donde estaban los límites, y las consecuencias fueron desastrosas.
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