El
viernes 11 concluimos el X Congreso de CC.OO. de Euskadi. El Confederal ponía fin a un profundo proceso de renovación en casi todas las federaciones territoriales. Sin duda
este proceso de renovación hecho con un nivel de cohesión alto, en una coyuntura de creciente complejidad en la
acción sindical y en medio de una
insidiosa estrategia de desgaste de la imagen y la capacidad de intervención sindical, es una buena noticia.

Igualmente
el dato de financiación con cuotas, por encima del
80% del total de ingresos de la organización, la explicación y presentación de los datos sobre ejecución de los programas de formación para el empleo con sus
correspondientes auditorias, fueron un ejercicio de transparencia.
Ya en el
Congreso el Informe de Gestión de estos cuatro años fue aprobado por unanimidad. Sin duda esto tiene que ver
con que el informe es un reflejo del trabajo colectivo que ha ido decidiendo
hacer la organización. Sin ninguna
autocomplacencia, situando la importancia del contexto económico, político, sindical y social, como
elementos decisivos a la hora de explicar nuestras apuestas. Teniendo claro que
nuestra auto-evaluación no puede hacerse aislada del
panorama de enorme dificultad que atraviesan las y los trabajadores y partes
crecientes de la sociedad. Un balance por tanto de claroscuros.
En los
aspectos directamente imputables al sindicato consideramos que hemos actuado
con coherencia respecto a nuestro modelo sindical.

De
movilización permanente y sostenida en la
que hemos optado por la convocatoria de cuatro huelgas generales, infinidad de
manifestaciones, marchas, concentraciones, denuncias.
Y por
supuesto ruedas de prensa, acción sindical, jurídica, reconocimientos de origen profesional de enfermedades
inicialmente catalogadas como comunes. Extensión del sindicato en las
empresas, especialmente pequeñas y medianas...
En fin,
un amplio abanico de actuaciones con mayor o menor éxito pero coherentes con un modelo sindical de clase,
inclusivo, de voluntad transformadora desde el compromiso y la
corresponsabilidad, no siempre (más bien casi nunca en Euskadi)
la posición más cómoda.

La
ponencia o plan de acción para los cuatro años próximos igualmente ha sido
aprobada con dos abstenciones y la incorporación de algunas enmiendas.
Situando
como prioridades la necesaria vinculación entre la política de acción sindical y la política organizativa. Necesitamos estar tanto como ahora sino
más en las empresas. Y
lo tenemos que hacer con más cualidad. Las exigencias del nuevo paradigma de
Relaciones Laborales que se pretende imponer, con el intento de devaluar los
espacios sectoriales del convenio colectivo para atomizar las decisiones en las
empresas, nos lo exige. Las mayores prerrogativas que se otorgan al empresario
lo hacen más complejo.

Y todo lo
relacionado con la pérdida de la ultraactividad que
puede conllevar la pérdida de vigencia de los
convenios colectivos.
De todo
esto debemos hablar, proponer, emplazar, canalizar y acordar o movilizar.

Igualmente
reforzar la formación sindical interna, el
compromiso ideológico y militante, la
autoafirmación del hecho sindical y su
validez.
Y para
todo esto hemos elegido una nueva dirección, renovada y algo más reducida. Con un apoyo de más del 95%. Un aval histórico que debemos conducir desde la humildad, desde el tesón y desde algo que no puede dejar de ser ante todo el sindicalismo:
un compromiso ético para normativizar
conductas humanas desde una preferencia moral. La justicia o la solidaridad
deben guiar esa normativización. Empezando por nosotros y
nosotras. Ese es el compromiso.
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