lunes, 15 de abril de 2013

El valor de las "Cumbres Sociales"


Son varias las interpretaciones que he escuchado sobre los motivos que llevaron a los sindicatos y en concreto a CC.OO. a impulsar las llamadas “cumbres sociales”, plataformas amplias de diversos movimientos asociativos con los que venimos compartiendo movilizaciones, posicionamientos y propuestas.

Desde quien habla de un acierto estratégico en el proceso de construcción de una alternativa social en clave de movilización, hasta quien apunta una especie de “marca blanca” para canalizar movimiento social que estaba surgiendo de forma más o menos espontánea sobre todo a raíz del fenómeno del 15-M.

Al menos en la parte que nos toca en Euskadi las reflexiones previas a los contactos que mantuvimos con organizaciones sociales y sindicales parten del siguiente análisis: estamos ante una crisis que parece ser sistémica, multifacética y que está poniendo de relieve conflictos de intereses entre los que el clásico capital-trabajo, es uno fundamental, pero no es el único. Igualmente esta situación de crisis económica, social y política encuentra una sociedad que se había instalado en un proceso de creciente desvertebración social (incluso en Euskadi, siendo un territorio con un sentido comunitarista y pro-asociativo más acentuado que en el estado).
Por extender un poco más la explicación:

  • Esta crisis económica ha surgido por un colapso de uno de los aceleradores principales en el modelo de crecimiento imperante en las últimas décadas: el flujo financiero que desplazaba capital y ahorro de zonas excedentarias a otras zonas y países con déficits en sus balanzas y sus estructuras productivas
  • Este desplazamiento de flujos de recursos generó diversas burbujas y tasas altísimas de endeudamiento privado y crecientemente público, agravadas las consecuencias de éstas por débiles construcciones político-institucionales con las que cimentar políticas anticiclo de carácter global.
  • Producto del colapso (estallido de la crisis) existe una sobrecapacidad productiva instalada y una inmensa digestión que hacer de productos financieros tóxicos, exhuberancia crediticia, reducción de las demandas agregadas al no existir una alternativa a la distribución de la riqueza, etc.
  • Ese proceso de redimensionamiento económico, de enorme digestión por seguir con la imagen, está desencadenando una disputa económica, social y política, en la que los diversos intereses pugnan por asumir la menor parte del costo del desastre endosándole la cuenta a otros colectivos.

Esa fenomenal “guerra de clases que los ricos estamos ganando” en palabras del multimillonario inversionista Warren Buffett se concretaría en nuestro ámbito en la conocida devaluación interna.

Esta devaluación podría tener tres vertientes.


“Devaluación salarial” en el ámbito de la economía productiva, para adecuar la asignación de costes y de recursos a la nueva situación de menor demanda agregada, y a las condiciones de competencia general.

“Devaluación social” a través de un debilitamiento del modelo redistributivo cuestionando las políticas fiscales y su posterior reasignación a través del gasto público.

• “Devaluación mercantil” (por llamarlo de algún modo) donde usuarios, clientes, pequeños inversores o endeudados pagarían buena parte del pato frente a bonistas, accionistas o propietarios.


Estas disputas, devaluaciones, apropiaciones o como se quieran llamar, además se pretenden hacer no desde la coyunturalidad, sino con vocación de permanencia, a través del deterioro o desaparición de los elementos regulatorios existentes.

En la disputa entre como abordar la crisis de demanda y de empleo se desregula la norma laboral, se deteriora el carácter normativo de la negociación colectiva, se suprimen garantías, proporcionalidades entre problemas y medidas, equilibrios, tutelas judiciales, administrativas… No se pretenden medidas de adaptabilidad parcial y equilibrada. Se cuestiona el derecho, la institución colectiva y los propios actores (fundamentalmente sindicales).

En la disputa sobre la redistribución social se chantajean las opciones de fiscalidades progresivas sobre capitales, so pena de encarecer la financiación de déficits hasta el punto de cuestionar la viabilidad de países enteros y por extensión de zonas monetarias y se mantienen los puertos francos de los paraísos fiscales. En esta dinámica se da el cuestionamiento estructural de los servicios públicos, los sistemas de pensiones, etc.

Y en la disputa mercantil conocemos prácticas como las preferentes, los abusos de las normas hipotecarias que llegan al extremo de la pérdida del bien colateral sin saldar las deudas y los desahucios, así como un sinfín de actuaciones abusivas por parte de empresas a través de contratos de adhesión, prácticas más que discutibles, comisiones injustificables, etc. Por no hablar del intento de dificultar el acceso a la justicia a través de tasas que limiten la demanda de derechos.

En este contexto el conflicto capital-trabajo sigue siendo central, pero como he indicado no es el único que está emergiendo con fuerza y a veces con dramatismo en la sociedad. Y en torno a esos “otros” conflictos que quizás no son nuestra competencia como organización sindical, pero sí nuestra incumbencia como organización que se autoproclama socio-política, se han ido formando distintas iniciativas. Las cumbres, en concreto la Cumbre Social Vasca, debiera ser un espacio compartido de este tipo de iniciativas diversas para reivindicar otras formas de distribuir los efectos de la crisis, y la necesidad de encontrar elementos de redistribución y asignación de recursos.

Una especie de ciudadanía de clase, que reconstruya sujetos colectivos, el valor de la consciencia a la hora de consumir, invertir, reivindicar el servicio público como concreción necesaria del derecho de ciudadanía. Y por supuesto el valor del trabajo y la economía real como creadora de riqueza y la necesaria redistribución a través de la combinación adecuada y progresiva de recaudación y asignación de gasto.

Igualmente sería estupendo que sirvieran para reforzar la necesaria vertebración múltiple de la sociedad. Nos gustaría poner unas iniciativas en contacto con otras. Reforzar redes y lazos en calidad de trabajadores por supuesto, pero también ¿por qué no? de usuarios de servicios públicos o de inversores y consumidores conscientes.


Para todo esto creo que deben servir las cumbres o plataformas sociales. Para todo esto emplazamos a formar parte y a tomar partido.

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