sábado, 8 de febrero de 2014

¿Se ocupan los sindicatos de los parados?


Presiento que al hilo de alguna movilización respecto al paro se va a volver a escuchar el recurrente mensaje de que los sindicatos no se ocupan ni se preocupan de las personas en paro, sino únicamente de aquellas que tienen empleo. Y habrá quien apostille aquello de “y sólo de quienes tienen un buen empleo”.

Adelanto dos cosas. No estoy de acuerdo con esa visión, pero la entiendo en función de quien la formule. Dicho claramente. Una persona que está en paro quiere un trabajo.  El sindicato no le puede proporcionar el trabajo. Por tanto la relación entre la persona y el sindicato es de insatisfacción.

Con recordar de forma superficial aquello de las jerarquías de necesidades de la psicología de Maslow, a cualquier persona que quiera trabajar y no pueda es muy probable que le importe un pito lo que yo pueda decir a partir de ahora. Lo acepto y lo asumo, pero pese a todo voy a seguir porque muchos de quienes acuñen la frase inicial estos días, ni van a ser parados, ni van a pronunciarla desde ninguna empatía real con el parado, sino más bien desde otros preceptos ideológicos.

Creo que los sindicatos o al menos el mío, cuando hacen una crítica de fondo a la orientación actual de las políticas económicas lo hacemos desde la sincera convicción de que están agravando y alargando el drama del paro. La ración de políticas de austeridad, la devaluación interna, etc. tienen un efecto de contracción económica que nadie discute.

Algunos dicen que en compensación mejora los sectores exteriores y por tanto la competitividad y en una segunda fase supondrán recuperar actividad y empleo.
Pensamos que esto no es así. La austeridad no sólo está siendo socialmente injusta y dolorosa. Conlleva deterioro de la actividad, no están suponiendo una real recuperación de los sectores exteriores (los que realmente exportan son los que mejor comportamiento han tenido ante la crisis; muchos de los sectores más devaluados salarialmente no son los exportadores) y por el contrario está deprimiendo la demanda interna. Y eso si conlleva consecuencias constatables de reducción de actividad y empleo.

Por otro lado siguiendo el dogma, todos a la vez haciendo políticas de austeridad podrán terminar por mejorar el sector externo… cuando poblemos Marte.

En segundo lugar CCOO lleva formulando varios años un enunciado al que no siempre se presta atención desde el punto de vista del problema del paro. Aquello de sustituir la flexibilidad externa (contratación precaria-despido sencillo) por esquemas de flexibilidad interna pactada. Se trata de establecer mecanismos de adaptación del volumen de trabajo al ciclo productivo no soltando el lastre de empleo temporal, sino adaptando el volumen de trabajo sin perder empleo.

Se podrá decir que es un enunciado teórico. No lo es. Es este país se han pactado (antes y después de la reforma laboral, para que no se emocione y se apunte el tanto la Ministra) cantidad de Expedientes de regulación temporal de empleo. Reducciones de jornada o suspensiones de contrato que han evitado decenas de miles de despidos. 

Hemos solicitado medidas complementarias que incentiven estas prácticas. En su día por ejemplo, la reposición de las prestaciones de desempleo hasta 180 días para quienes pese a haberse acogido a estos ERTES, terminaran en el paro porque la situación no remontó. Era una forma de incentivar esto y desincentivar lo otro. La eliminación de esta medida, así como la reforma laboral, facilitando el despido, o la precarización del tiempo parcial inciden en el viejo esquema. Contrato precario, despido fácil. Y en una sociedad de mercado, lo que se hace más barato y más fácil se usa más.

En tercer lugar CCOO ha sido un sindicato proactivo respecto a las necesidades de las personas desempleadas y sus necesidades. Nuestro propio rol en la determinación de las políticas activas de empleo. Ser proactivo significa implicarse. Necesitamos detectar cómo va a evolucionar las necesidades de producción, los sectores, la tecnología, la cualificación requerida; desde esa detección diseñar, promover e implementar medidas de adaptación, cualificación continua, intermediación, reconocimiento competencial, etc. Y lo tenemos que hacer desde ese montón de antenas que tiene el sindicato por estar en los centros de trabajo, junto con las antenas de las organizaciones empresariales, y las de la propia administración pública. Porque esto luego hay que hacerlo en lo micro. Por comarca, por empresa, por sector. Para eso queríamos y queremos presencia en órganos tripartitos y paritarios como debiera haber sido Lanbide.

Y como digo ahí somos y queremos seguir siendo proactivos. Sabiendo que en esto del paro ser reactivo es mucho más sencillo, claro. Y más agradecido porque a veces, en esos escalones de la jerarquía de necesidades, tiene más éxito de crítica y público el populista.

Termino. En lo del “sólo se ocupan de los que tienen trabajo” suele esconderse una trampa ideológica muy liberal, que suele comprar algún despistado. Como el sindicato genera derechos, salarios, etc. para quien trabaja, y esos derechos, salarios, etc. pretenden ser rígidos, suponen una frontera de exclusión para los que no trabajan. El derecho se equipara alegremente al privilegio y acabamos por tener la culpa de la segmentación múltiple del mercado de trabajo.

No hay que ser muy agudo para ver la resolución del dilema que apuntan, aunque no suelen concluir para que sea la propia gente la que equipare derecho a privilegio. Relativícese el derecho, redúzcase el salario, des-normativícese el procedimiento. En definitiva, trabajen con menos derechos, con menos garantías, con peores condiciones, pero trabajen más personas. Y a eso están. 


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