Si uno mira
retrospectivamente los resultados de las últimas elecciones europeas en
distintos países, casi todos los partidos que salieron bien parados tenían un
elemento en común. Fueron capaces de argumentar
una causa simple a problemas complejos. Apurando un poco más, fueron capaces de
identificar un relato sobre lo que sucede en el que aparece un culpable
reconocible. Punto y aparte. Hasta aquí llegan los puntos en común
para que nadie me malinterprete.
En España
parece obvio que algo así sucedió y está en buena parte detrás de algunos de
los fenómenos políticos que ocupan y preocupan ahora. La irrupción de Podemos o
la cuestión catalana tienen en este momento mucho de respuesta simple a la
endiablada tormenta perfecta de la situación política, económica y social.

Una transición
política con riesgos generó partidos cerrados, aparatos crecientemente autonomizados de una sociedad, por otro
lado, muy desvertebrada y con tendencia a desentenderse del gobierno cotidiano
de lo común. No es casualidad que en los territorios del estado con mayor
vertebración social, la dinámica actual tenga sus propias formas, sea el caso
catalán (entre otros factores con un hecho nacional evidente), sea el caso
vasco donde los partidos clásicos sufrirán desgaste de imagen, pero no el
desplome de otros lares.
Recuerdo
leerle a Paco Umbral algo así como que el rumor
no puede fundamentarse en la mentira. El rumor para que funcione tiene que
tener algo de verdad, siquiera sea la sal que lleva el agua de mar. Si no, no
funciona. En esto de las causas simples, pasa igual.

Pero también
es cierto que existe todo un marasmo, un estrato de empresas y a veces seudo-empresas vinculado al capitalismo
concesional y a las regulaciones públicas, en las que lo público y
lo privado parece que funcionan como un sístole y una diástole sucesiva, donde
en el flujo de la sangre siempre están los mismos y en las vísceras y el resto
del cuerpo también están siempre los mismos. Esta dinámica donde las puertas
giratorias han sido los ejemplos más gráficos, unida a partidos poco permeables, a la deficiente financiación
de la actividad con interés público desde los presupuestos públicos, y a la
colonización de los elementos de contrapeso propios de la división de poderes desde
la pugna partidista, ha creado el humus
para que el discurso de la casta germine de forma vigorosa. Porque existir como
as meigas, claro que existe.
Es cierto que
es un discurso limitado. Más consecuencia de un modelo de desarrollo que causa
del mismo, probablemente. Pero es un discurso que casa bien con una frase que
le oí el otro día a Kepa Aulestia, en un interesante diálogo con Josep
Ramoneda. Vivimos tiempos en los que existe una desesperada
búsqueda de la inocencia, vino a decir. Una necesidad de
desligarnos de responsabilidades pretéritas, de aguas pasadas, del yo no sabía,
quién lo iba a decir...
También
tiempos en los que esa ruptura del vínculo entre sociedad, espacio público e
institución, pretende buscar responsables únicos. Sí, se ha deteriorado la
herramienta de enlace social que debían ser las organizaciones representativas
de la ciudadanía. La institución aparece como ineficaz para dar respuestas a
las pretensiones de la gente, rotas las burbujas piramidales. Pero también fuimos
ciudadanía perezosa, dejamos hacer, nos desentendimos, dejamos inerme el modelo
de solidaridad colectiva que suponen los sistemas de protección social. Cometimos
el enorme error de convertir una fortaleza como fue la constitucionalización de
derechos, en una debilidad al despolitizar su logro.
No se puede
obviar que las instituciones han perdido pie respecto al poder económico,
seguimos en nuestros marcos de estado-nación, cuando no replegándonos a
vínculos colectivos aún más limitados. No se puede obviar que no hay muchos
atajos económicos en la generación de riqueza y su distribución real y
equitativa. Eso exige organización, conflicto, elementos de equidistribución,
(en extraño palabro que le oí decir a
Oskar Matute el otro
día en el Parlamento). No hay salida en planteamientos simples en mi opinión,
pero tiene pinta que se van a tejer las alternativas desde visiones de
deconstrucción simples, amnésicas y redentoras.
En el estado
español parece que esa alternativa se va a desprender de nomenclaturas
ideológicas clásicas. Se va al concepto arriba/abajo. Y frente a la formulación
clásica del conflicto objetivo de clase, una especie de conflicto subjetivo de status.
Para catalizar así la principal motivación de los nuevos movimientos de
respuesta sociales: la ruptura de expectativas, más que la pobreza o exclusión
extrema. El desengaño entre lo prometido e ingenuamente creído y la precariedad
vital cotidiana y futura. Dentro/fuera. Outsiders/insiders. Una formulación
verbalizada y comunicada de forma potentísima y con un imaginario de valores
progresistas y humanistas, aunque huyan de conceptos políticos clásicos.

La derecha
puede tratar de experimentar con la búsqueda de su anti-casta. Al modo lepenista, Las sucesivas ovaciones del
público en un programa de la ETB este viernes, dan idea del potencial de estos
mensajes. Un Presidente del Gobierno que aparentemente ha fiado toda su chance política a una recuperación
económica que no va a llegar a tiempo, va a explorar aglutinadores externos con
los que mover su electorado potencial. Catalunya o este tipo de discursos de
Maroto.
Ni que decir
tiene que hablamos de azuzar los peores fantasmas de la sociedad. Preparemos
mucha pedagogía.
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