El
viernes 11 concluimos el X Congreso de CC.OO. de Euskadi. El Confederal ponía fin a un profundo proceso de renovación en casi todas las federaciones territoriales. Sin duda
este proceso de renovación hecho con un nivel de cohesión alto, en una coyuntura de creciente complejidad en la
acción sindical y en medio de una
insidiosa estrategia de desgaste de la imagen y la capacidad de intervención sindical, es una buena noticia.
En las
horas previas al congreso presentamos un balance sobre afiliación y financiación de la C.S. de CC.OO. de
Euskadi. Presentamos una bajada de cotizantes de 2.900 personas que supone una
mejora en el ratio de penetración sobre población ocupada asalariada. Un buen dato en este contexto que no
debe hacer olvidar la necesidad imperiosa de reforzar la base afiliativa en los
próximos años.
Igualmente
el dato de financiación con cuotas, por encima del
80% del total de ingresos de la organización, la explicación y presentación de los datos sobre ejecución de los programas de formación para el empleo con sus
correspondientes auditorias, fueron un ejercicio de transparencia.
Ya en el
Congreso el Informe de Gestión de estos cuatro años fue aprobado por unanimidad. Sin duda esto tiene que ver
con que el informe es un reflejo del trabajo colectivo que ha ido decidiendo
hacer la organización. Sin ninguna
autocomplacencia, situando la importancia del contexto económico, político, sindical y social, como
elementos decisivos a la hora de explicar nuestras apuestas. Teniendo claro que
nuestra auto-evaluación no puede hacerse aislada del
panorama de enorme dificultad que atraviesan las y los trabajadores y partes
crecientes de la sociedad. Un balance por tanto de claroscuros.
En los
aspectos directamente imputables al sindicato consideramos que hemos actuado
con coherencia respecto a nuestro modelo sindical.
De
propuesta, voluntad negociadora para evitar que el grueso del coste de la
crisis recayera en la parte más débil de la sociedad. Prueba de ello el marco de diálogo social de perímetro reducido sustentado en
las políticas activas o distintos
programas de promoción de empleo, aún sabiendo el carácter limitado y paliativo de
estas medidas. O la Iniciativa Vasca por
el Empleo y contra la Crisis, la mesa sobre la negociación colectiva que se constituyó entre organizaciones
empresariales y CCOO UGT y LAB.
De
movilización permanente y sostenida en la
que hemos optado por la convocatoria de cuatro huelgas generales, infinidad de
manifestaciones, marchas, concentraciones, denuncias.
Y por
supuesto ruedas de prensa, acción sindical, jurídica, reconocimientos de origen profesional de enfermedades
inicialmente catalogadas como comunes. Extensión del sindicato en las
empresas, especialmente pequeñas y medianas...
En fin,
un amplio abanico de actuaciones con mayor o menor éxito pero coherentes con un modelo sindical de clase,
inclusivo, de voluntad transformadora desde el compromiso y la
corresponsabilidad, no siempre (más bien casi nunca en Euskadi)
la posición más cómoda.
Hemos
intentado vincular a CC.OO. a iniciativas que ampliasen el campo de actuación y convergencia social en Euskadi. Conociendo la opción previa de otras organizaciones sindicales a impedir
cualquier búsqueda de espacios de mínimo común denominador en los que
sustentar iniciativa sindical, hemos coadyuvado en la gestación de la Cumbre Social Vasca como un germen de plataforma de
respuesta social a las políticas hegemónicas de austeridad y deterioro social. Igualmente una
plataforma sindical en el ámbito del sector público.
La
ponencia o plan de acción para los cuatro años próximos igualmente ha sido
aprobada con dos abstenciones y la incorporación de algunas enmiendas.
Situando
como prioridades la necesaria vinculación entre la política de acción sindical y la política organizativa. Necesitamos estar tanto como ahora sino
más en las empresas. Y
lo tenemos que hacer con más cualidad. Las exigencias del nuevo paradigma de
Relaciones Laborales que se pretende imponer, con el intento de devaluar los
espacios sectoriales del convenio colectivo para atomizar las decisiones en las
empresas, nos lo exige. Las mayores prerrogativas que se otorgan al empresario
lo hacen más complejo.
Sin
prejuicio de lo anterior tenemos que iniciar una ofensiva para apurar todos los
márgenes que la autonomía colectiva nos habilita para
tratar de mantener un ámbito de negociación sectorial. Ante el incremento de la unilateralidad
empresarial que se pretende reforzar, hay que oponer procedimientos de negociación con intervención sindical. En convenios, en
pactos, en las múltiples situaciones que se
pueden dar, adaptaciones de lo pactado, inaplicaciones, descuelgues,
modificaciones sustanciales, convenios de empresa, empresas sin representación... todas estas situaciones requieren de gobierno
sindical, de procedimientos y de garantías. Lo demás será ley de la selva.
Y todo lo
relacionado con la pérdida de la ultraactividad que
puede conllevar la pérdida de vigencia de los
convenios colectivos.
De todo
esto debemos hablar, proponer, emplazar, canalizar y acordar o movilizar.
Otro
punto de actuación prioritaria vendrá de reforzar alianzas sociales. En clave de constituir un
frente social que defienda un modelo social cohesionador, los valores de
ciudadanía cívica vinculada a los derechos sociales. Y también de poner en valor y tejer complicidades con iniciativas
sociales alternativas.
Igualmente
reforzar la formación sindical interna, el
compromiso ideológico y militante, la
autoafirmación del hecho sindical y su
validez.
Y para
todo esto hemos elegido una nueva dirección, renovada y algo más reducida. Con un apoyo de más del 95%. Un aval histórico que debemos conducir desde la humildad, desde el tesón y desde algo que no puede dejar de ser ante todo el sindicalismo:
un compromiso ético para normativizar
conductas humanas desde una preferencia moral. La justicia o la solidaridad
deben guiar esa normativización. Empezando por nosotros y
nosotras. Ese es el compromiso.
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