viernes, 20 de diciembre de 2013

1001 nuestros Madibas

   
Hace pocos días el mundo despedía a Mandela. Primero desde el reconocimiento casi unánime; inmediatamente desde la hagiografía o convirtiéndolo en icono del buen-rollismo mundial. En algunos casos, después, enfocando sus limitaciones. Cada opinante quería situar su opinión sobre el legado de Madiba en coherencia con lo que ahora opina el opinante sobre la realidad más cercana.
 
Se tiende a simplificar. A que el personaje oculte la complejidad de la persona. Producir héroes sin contexto en lugar de figuras irrepetibles (o no) en procesos multicausales .

Seguramente todo lo que se ha dicho y más, lo fue. Un luchador que llegó a tomar las armas ante un régimen insoportable. Un inmenso Político capaz de  generar un consenso para transitar de una segregación brutal a algo que no fuera una guerra de revancha. Especialmente meritorio porque la condición racial, quizás sólo comparable con la sexual, genera una discriminación explícita, indisimulable, en base a un rasgo invariable de alguien. Un gigante moral como sólo otorga la lucha y la cárcel, la opción de trascender de la propia experiencia para  converger. Para convivir.


También un político, que ejerció, que negoció, que transicionó y transaccionó. Y fue, claro, una contingencia en la evolución geopolítica de la tensión de bloques y el fin de la guerra fría.

Alguien podría hacer un retrato también de las renuncias y los logros a medias. Una especie de vaciado de su obra, una revisión ventajista. Es más, si hubiera sido Europeo (por no decir español, dios le guarde), un cuarto de la población estaría arreando “mandelazos” a otro cuarto. La otra mitad estaría dormitando. Por violento, por pactista o por haberse abrazado a Naomi Campbell, que de todo habría.

Se celebra, celebramos en estas semanas actos conmemorativos del proceso 1001. Tal día como hoy hace 40 años se iniciaba el juicio que sentenciaría a penas de cárcel de entre 20 y 12 años a la “dirección” de Comisiones Obreras en aquella clandestinidad.

Porque aquí también hubo quien luchó, quien se exilió y a quien se torturó y asesinó. También quien fue capaz de trascender de sus propios desgarros para confluir. Para convivir. También fueron gigantes morales, políticos de altura. Transaccionaron y transicionaron. Renunciaron y lograron.

No se abrirán hoy con ellos los diarios. Aquí no habrá vaciado de escultura, sino vacío de ingratitud, de pereza. Apenas les recordarán, les recordaremos los suyos, los nuestros. La dignidad y el orgullo que nunca, cerdos, nos podréis arrebatar.



No hay comentarios: