Desde el inicio de la crisis
económica y de forma especial desde el año 2.010 la estrategia hegemónica frente a la crisis ha pasado por una intensa
devaluación interna. Esta estrategia tenía y tiene dos patas fundamentales.
Una relacionada con el acelerado proceso de consolidación fiscal, según la cual había que corregir de forma
acelerada y con efectos recesivos, los desvíos presupuestarios ante la
creciente dificultad de financiar los déficits públicos en los mercados de
capitales.
La otra pata estaba relacionada con
la caída de los salarios como
elemento de ganancia de competitividad, para así mejorar las balanzas
comerciales y los saldos exteriores, toda vez que cubrir los déficits
crónicos de algunas economías no podía seguir haciéndose recurriendo a un
endeudamiento continuo como había sucedido hasta el año 2.007
Como palanca para este proceso de devaluación interna, se
promovieron una serie de reformas estructurales entre las cuales la reforma
laboral en el caso español así como en otros países, es una de las de mayor
calado. Debilitar la capacidad regulatoria de la negociación colectiva y
descentralizar la misma en el marco de la
empresa se constituyó como un elemento central en las exigencias más o
menos explícitas implantadas en distintos países.
Esta política pensada para países
con desequilibrios permanentes en sus saldos entre importaciones y
exportaciones y endeudamientos externos crónicos, era particularmente innecesaria en Euskadi, donde la composición
sectorial del aparato productivo sí tenía un grado de apertura externo
apreciable. Por eso se dice que la economía vasca es más equilibrada,
genera menos desempleo y tiene mayor capacidad de exportación pese a tener un
nivel salarial más alto. Sin embargo las dinámicas más peligrosas y perversas
de la nueva regulación (des-regulación más bien) laboral, tienen en la CAPV un
hábitat preferente. Sobre todo en el riesgo
de pérdida de cobertura de los convenios colectivos, así como de una mayor
referencialidad de la negociación colectiva en la empresa, no como
desarrollo complementario de los acuerdos sectoriales, sino como alternativa a
los mismos. Objetivos, no lo olvidemos, de la orientación ideológica de las reformas
laborales promovidas desde la Troika en varios países europeos.
Hay ya una cierta perspectiva de
tiempo sobre cómo han evolucionado
alguna de estas variables tanto antes como después de la reforma laboral y de
la negociación colectiva, y se pueden analizar los resultados de la misma.
Porque si bien el gran titular es el QUÉ
(se ha producido una devaluación salarial), hay bastantes matices a la hora de explicar el CÓMO se ha provocado ese efecto. Sobre todo en Euskadi, donde
agentes múltiples juegan a la confusión para aprovechar que ya que el agua está
sucia, tiremos por el baño el agua, la
palangana, el niño o lo que se tercie.
1- Lo primero que hay que destacar que la
negociación colectiva tanto en España como en Euskadi mantiene y mejora
el poder adquisitivo de los salarios. Es decir, los incrementos
salariales acordados en los convenios colectivos entre el año 2009 y el año
2014 se sitúan por encima del IPC agregado de esos años. En Euskadi apenas 0,86
puntos
2- Sin
embargo, la realidad es que los salarios pierden poder de compra, cayendo
levemente en términos nominales y de forma más acusada en términos reales. El coste
laboral total mensual por trabajador habría crecido apenas un 3,41% mientras
los precios lo hacían en un 8,8% como se puede ver en los datos de los informes
del Consejo de Relaciones Laborales de
Euskadi.
3- Si la razón
de esa caída salarial no es lo efectivamente recogido en los convenios
suscritos, tiene que ser otra. Particularmente el efecto composición del empleo, es decir que los salarios de
quienes hoy en día trabajan sean estadísticamente más bajos que los que lo
hacían en 2009, porque en la relación entre empleo destruido y empleo creado
cobran más peso salarios más bajos. En efecto, si en 2009 consideramos 100 como
base del total de ocupados, en 2014 había 93,77 ocupados. Pero observando por
sectores de actividad, mientras los servicios o el sector agropecuario estarían
por encima de ese 100, la industria tendría 93 ocupados y la construcción 60.
El peso del empleo industrial ha caído pasando del 23,68 a 21,99% sobre el
total de personas ocupadas. No olvidemos que según el INE en 2013 la ganancia
media anual por trabajador en Euskadi es de 26.915 euros, pero mientras en la
Industria era de 31.765 euros, en los servicios era de 25.331
4- Otra variable sería la precarización de una
parte importante del empleo generado en estos años, donde la temporalidad y
sobre todo la contratación a tiempo parcial y rotación en el empleo juegan un
papel importante. Se ha pasado de que la contratación a tiempo parcial
supusiera el 34% de los contratos al 40%, y de una rotación de 2,59 (contratos
notificados entre personas contratadas) a una de 2,96. Todo ello entre 2009 y
2014
Los defensores del argumentario pro-devaluación sostendrían
que esa caída salarial ha provocado una mejora en el sector exportador, que
sirve para compensar la pérdida de peso de la propia demanda interna, y por
tanto para mejorar el saldo económico. Sin embargo esta teoría se defiende mal
si tenemos en cuenta que los salarios que más se han incrementado son
precisamente los del sector más exportador, el industrial, y sin embargo los
precios industriales suben un 6,8% en estos años, es decir 2 puntos menos que
los precios generales. Las exportaciones han caído por la recesión general no
por una pérdida de competitividad de la economía vasca. De hecho si
descontáramos el brutal 2009, las exportaciones vascas suben. El saldo exterior
también ha mejorado, si bien producto de la mayor bajada de las
importaciones consecuencia del parón en la demanda interna.
Como últimos dos datos: la
remuneración de los asalariados ha pasado de representar un 51.8% del PIB a un
47,5%, habiendo caído más la ocupación que el PIB, por lo cual la productividad del trabajo ha crecido.
Por tanto si la devaluación no ha servido para lo que se supone que se
impulsaba, si la mejora de la productividad que se da en estos años no
repercute en el factor trabajo, cabe concluir que la devaluación salarial
fundamentalmente ha supuesto una transferencia de rentas a las empresas. Si
luego esto se utiliza para ajustar precios, desendeudarse, mejorar la inversión o
retribuir al capital, es otro análisis.
Pero conviene situar la devaluación salarial en sus justos términos
cualitativos, y el papel de la negociación colectiva, en los suyos.
Sin duda necesitamos hacer una
lectura profunda de datos como estos. La negociación y el convenio colectivo
son condiciones “sine qua non” para
garantizar un cuadro de derechos, calidad en el empleo y mejora salarial. Especialmente
el ámbito sectorial debe fijar una base de homogeneidad necesaria para el
conjunto de empresas de un sector. Pero las corrientes de fondo que se mueven
en el empleo, la creciente precarización de las normas que lo regulan y
particularmente los cambios normativos en la negociación colectiva, requieren
de una mayor cualidad en la acción sindical en la empresa. No sólo en la que ya
existe una cierta organización de las y los trabajadores, sino es empresas de
dimensión más pequeña o sectores menos sindicalizados.
Una propuesta sindical proactiva,
de presencia y apoyo en la empresa y el centro de trabajo, y con la vista
puesta en el conjunto de factores que determinan las condiciones laborales de
una clase trabajadora crecientemente fragmentada.
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