lunes, 22 de junio de 2015

Trilema griego (y no sólo)


Si la cosa hoy no sale demasiado mal, se llegará a un acuerdo con Grecia en la que el Gobierno heleno pondrá nuevas medidas de ajuste, “con bisturí” en materia fiscal y parece que sobre pensiones. Teniendo en cuenta que el fin de semana apuntaba a un lunes “de cuchillos largos” y no era descartable aumentar la presión hasta amenazar con salidas de depósitos, posible corralito y prima de riesgo desatada, parece una patada a seguir que refuerza al Gobierno Tsipras. La reacción de la Liberal Army en redes sociales pidiendo caña, caña, caña, aún sin empezar la reunión del Eurogrupo, sitúa un adecuado contrapunto.


Me preocupa el mensaje que una parte de gentes de izquierda está dando al respecto, simplificando un mensaje sobre democracia, soberanía griega y medidas contra la austeridad. Se viene a decir "hay que hacer esto porque es lo que los griegos dicen, y cualquier otra opción es un ataque a la democracia y a la soberanía griega". No prejuzgo que se haga con mala intención claro, pero poner la bandera de la resistencia en el mástil soberanista griego me parece un error de fondo. También hay soberanía danesa, alemana, francesa o noruega. Y el problema es que en estos países se asienta una opinión pública hegemónicamente similar a los acreedores, que va cristalizando en opinión electoral en forma de populismo de derechas y eurofobia.


La izquierda no se puede quedar en el postureo de una "solidaridad voluntarista" con Grecia. Hay un tal Rodrik que planteo un dilema triple, o sea, un trilema, que convendría tener en un pos-it pegado al ordenador, al cuaderno o a lo que sea.  La tesis de Rodrik viene a ser que debemos elegir dos de entre estos tres conceptos: globalización económica, democracia política o soberanía nacional, puesto que no es posible un mundo hiperglobalizado y plano, con democracia y soberanía de los Estados, todo al mismo tiempo y con la máxima intensidad.

Es decir que una integración económica global no es compatible con pretender una política que satisfaga las preferencias democráticas de las mayorías sociales, desde el marco soberano del estado-nación.
Por tanto: 

  • O se revierte el proceso de integración económica, para que un estado neo-autárquico gestione las preferencias democráticamente expresadas (probablemente con un empobrecimiento acusado) 
  • O se continúa en una economía globalizada y se gobierna desde el estado nación, pero entonces se limitan las opciones de la política real, sometida al poder económico, probablemente en claves autoritarias (y probablemente acentuando las crisis de legitimidad de los sistemas representativos que empezamos a atisbar)
  • O se mantiene un grado de integración económica en el que las decisiones democráticas rigen la vida pública, eso sí, desde un nuevo campo prevalente en la política democrática que debiera ser Europa. (Y eso supone definir las preferencias democráticas desde un "demos" distinto.)


Seguramente ese esquema ofrece muchos matices y graduaciones. Háganse si se quieren. Pero junto con la tensión entre sociedad más igualitaria o sociedad más liberalizada, creo que definen los puntos cardinales de una construcción ideológica de fondo. Y creo honestamente, que no se está haciendo porque no se quiere decir que por qué opción se apuesta. Todas tienen coste y se ha optado por la política del cero coste (en el corto plazo, claro…)

Mi opinión es coincidente con la que desde la Confederación Europea de Sindicatos se viene expresando. Hay que reforzar un espacio de gobierno político central en una Europa federalizada, pese a las enormes dificultades y resistencias, más allá de la actual gobernanza débil inter-estatal. Con mayor capacidad fiscal y presupuestaria y posibilidad de políticas económicas más integradas e integrales para hacer frente a crisis asimétricas, porque es sumamente asimétrico el ámbito europeo, su disposición productiva, etc.

De otra manera ni Grecia, ni políticas alternativas en los estados (sobre todos los más débiles o debilitados económicamente), ni auténtica solidaridad ideológica y política, tienen mucho recorrido. Más allá del bienquedismo… ya, ya sé…



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