lunes, 30 de abril de 2012

Bloqueos de crisis. Desequilibrio autoritario



Síntesis. La economía española tiene tres bloqueos fundamentales. La debilidad de su tejido productivo, la "coagulación" del sistema financiero y la insuficiencia fiscal. Frente a visiones simples sobre la ineficacia de lo público, el problema tiene más que ver con el endeudamiento privado producto del modelo de crecimiento de las últimas décadas. Las medidas que se están decretando rompen consensos básicos, son desequilibradas y van a tener enormes consecuencias sociales. Ante esto toca movilización sindical. Entrada basada en datos de las publicaciones económicas de CC.OO.


Habría que empezar por "desfacer un entuerto": quienes nos movilizamos en la calle no somos unos inconscientes sobre la gravedad de la situación económica que tenemos. Más  bien al contrario la estamos sufriendo todos los días en las empresas de la forma más dramática: despidos, EREs, deterioro de las condiciones de trabajo...

La primera crítica que se puede y se debe hacer a las políticas que se están llevando a cabo es su desequilibrio. Desequilibrio entre la prioridad que se está dando al cumplimiento de unos niveles de déficit público, los medios para lograrlos y los efectos de esos medios.

Empecemos por aclarar que el problema de endeudamiento brutal que tiene la economía española es mucho más pronunciado el en sector privado que en el público. En una relación de 3 a 1 excluyendo sectores financieros.

Los problemas de credibilidad y de financiación externa tienen más que ver con el cuello de botella que tienen las entidades financieras que con la insolvencia posible del estado. ¿Por qué? Porque deben 761.000 millones de euros, de ellos 120.000 millones en 2.012. Resulta que los préstamos con garantía hipotecaria significan el 57,2% del total, y el plazo medio de vencimientos de las cédulas, "lo que deben los bancos", es de 3 años, y el plazo medio de los préstamos hipotecarios "lo que les deben a los bancos" es de 25 años. Con el agravante de la pérdida de valor de los activos sobre los que se basan los préstamos. Activos inmobiliarios y promociones de viviendas que valen menos, por no hablar de las enormes cantidades de recursos sepultados en suelo con valor tendente a cero.
 
Este es uno de los grandes bloqueos de la economía que conlleva una paralización drástica del crédito. Y sin embargo todo el foco está puesto en la situación del déficit y la deuda de las administaciones públicas y especialmente de aquellas (Comunidades Autónomas) que surten de servicios públicos básicos como la sanidad, la enseñanza y otros. ¿Por qué? Saque sus conclusiones el avezado lector y si quiere coméntelas en el blog.

Con todo, se podría decir: si, lo que quieras, pero sigue habiendo un déficit público que unido al endeudamiento privado puede hacer que el estado español tenga enormes problemas de tesorería e incluso de insolvencia, si no se reduce. Pues es cierto, ya que el coste de financiar tanta deuda, muy cara y durante mucho tiempo puede ser insostenible. (De hecho ya lo es, y sólo la entrada en escena del BCE controla la famosa prima de riesgo. Entrada en escena, dicho sea de paso, absolutamente discutible al financiar la compra de deuda a un tipo del 1% generando una plusvalía inmoral a los "mediadores" que la adquieren por encima del 5 o 6%...)

Pues en efecto, hay que reducir el déficit y aquí aparece el segundo desequilibrio y el segundo gran bloqueo de la economía española. El fiscal. Resulta que con la alegría culposa del nuevo rico, anteriores gobiernos (sobre todo desde el año 2000 al 2007) se dedicaron a rebajar impuestos. Políticas procíclicas contra todo sentido común, que debilitaron la base fiscal del país, aunque la recaudación aumentaba producto del crecimiento económico, el consumo interno y la recaudación vinculada al suelo y transacciones inmobiliarias. Modelo fiscal con pies de barro. En Euskadi se compartió la misma alegría desfiscalizadora aunque nuestra distinta composición del tejido productivo evitó las consecuencias más negativas del modelo.

Ahora y en contra de sus ideas y de su programa, el Gobierno incrementa de forma sustancial los impuestos. Y lo hace con algunas medidas en los impuestos directos y como veremos en breve, en los indirectos (IVA). No es cierto que no haya márgenes en los impuestos directos para recaudar cantidades importantes. Es cierto que algunas medidas tendrían más bien un efecto ejemplarizante (sucesiones, patrimonio, tramos altos  del IRPF) pero otros como el Impuesto de Sociedades pueden tener un recorrido recaudatorio alto simplemente con revertir algunos de los "regalos" que en formas de amortizaciones se han hecho a las empresas en los últimos años.

La subida del IVA tendrá un efecto sobre el consumo, el disponible especialmente en las rentas más bajas (a sumar a las medidas respecto a medicamentos, y la luz, y el agua, y las tasas...); tendrá un efecto inflacionista que es una de las peores cosas que ahora pueden pasar.

Y con la inflación pasamos al tercer gran bloqueo de este país. El generado por un tejido productivo insuficiente. Excesivamente centrado en satisfacer una demanda interna en caída libre, sectores que se han volatilizado tras en pinchazo inmobiliario. Compuesto por empresas de tamaño demasiado pequeño para acometer cambios tecnológicos adecuados.

Y para variar, el tercer bloqueo genera el tercer desequilibrio. El que supone promover un proceso de devaluación salarial interna a través de la fragmentación de la negociación colectiva, y reforzando la capacidad decisión sobre condiciones y organización del trabajo  al empresario, diluyendo garantías legales y procedimientos negociados.

No es menor el método y las formas en los que estos desequilibrios se plasman. Despreciando cualquier escenario de negociación o concertación de medidas. El Gobierno se ha empeñado en podar el espacio de legimitidades democráticas y  deliberación pública. Igualmente está bordeando el peligroso camino de la ruptura de consensos básicos en un país complejo, que en el plano territorial mantiene equilibrios inestables producto entre otras cosas de su plurinacionalidad.

Azuzando una especie de sensación de urgencia e imposición externa que puede ser muy cómodo para diluir responsabilidades de Gobierno al aplicar medidas "que no nos gustan". Pero que puede tener un efecto demoledor sobre el vínculo entre la población y sus instituciones. Las mezclas entre crisis largas, paro, falta de espectativas, desapego, elefantes, presidentes corriendo por los garajes, imposiciones externas que se entiendan poco o mal y no mucha tradición democrática, suelen generar populismos, estallidos, desafecciones y centrifugaciones territoriales. Al tiempo.

Entre los desprecios gubernativos destaca un acuerdo sobre negociación colectiva que hacía una reflexión clave. La economía en España va a tener serios problemas en su demanda interna y gasto de las administraciones públicas. Necesita mejorar su diferencial de precios con el entorno europeo (donde hacemos los 2/3 de las transacciones económicas). La deficitaria balanza comercial española está detrás de muchos de los problemas descritos. Para ello se planteaba una contención de costes salariales, ligándolo a la contención y reinversión de excedente empresarial. No olvidar que el que pone los precios es el empresario. Igualmente se planteaban procedimientos de adaptación pactada en las empresas que priorizara el mantenimiento del empleo frente a ajustes externos mediante despidos.

Tres bloqueos económicos que están siendo atacados desde el Gobierno de forma desequilibrada, con un gran coste social y por la vía del ordeno y mando a golpe de decreto-ley.

Se pueden y se deben hacer las cosas de otra manera.

El sistema financiero necesita deglutir la enorme digestión que tiene pendiente para que vuelva a fluir crédito ponderado a los proyectos con futuro. La recapitalización del sistema financiero tiene muy serios riesgos de verse como "la madre de todas las inmoralidades", si no  se hace con culpables, compromisos y rédito social explicable. Tampoco parece que haya recursos ni públicos ni privados en el ámbito estatal, por lo que difícilmente se podrá hacer sin compromisos supranacionales.

La política fiscal necesita dotar de suficiencia a las políticas públicas en un momento especialmente complicado. Las políticas pro-ciclo de la bonanza se ven continuadas por políticas pro-ciclo en la recesión. Se deben explorar los márgenes citados sobre impuestos directos, especialmente en las rentas altas, beneficios empresariales no reinvertidos y rendimientos del capital.

La activación de la economía productiva necesita de los dos desbloqueos citados. Además combinar una contención en los costes de producción con sistemas negociados y procedimientos compartidos sobre adaptación de métodos y sistemas de trabajo. El cambio del tejido productivo requiere de reflexiones y actuaciones mucho más profundas y complicadas  que lo que aquí se expone.

Como último apunte hay dos cuestiones que se dirimen en el ámbito europeo pero que también son claves. La relación entre la relajación de las políticas de ajuste con los "cortafuegos" que se habiliten para proteger las deudas soberanas y evitar quiebras de los estados. Por otro lado la reactivación de la demanda interna en países centrales de Europa. No olvidemos que la zona euro es un espacio económico compartido. Los países con superávit comercial acumularon grandes excedentes de capital que trasvasaron a los países con déficit comercial mediante crédito fácil y a veces ligado a burbujas (precios inmobiliarios "que nunca bajarian" por ejemplo). El endeudamiento de estos fue la otra cara del aumento de su demanda, que a su vez sirvió para dar salida a la capacidad productiva de los primeros.

En este panorama CC.OO. ha planteado y plantea la necesidad de forjar consensos para desatascar esos nudos gordianos que amenazan con llevar el país al desastre. Sería inmensamente sencillo ante este panorama situarse extramuros y sólo criticar los enormes errores que han traído a esta situación. Pero preferimos reivindicar la validez del derecho de participación de los trabajadores que es el uso democrático del diálogo social. Si el Gobierno no escucha, y todo indica que no lo hará, con la misma convicción vamos a seguir movilizando y confrontando las políticas que pretenden derruir el sistema de relaciones sociales y laborales por el que tanto y tantas lucharon antes.

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