lunes, 17 de septiembre de 2012

15-S La marea de las mareas


Las cientos de miles de personas que marcharon el 15 de septiembre por las calles de Madrid han dibujado en colores la resistencia activa al plan de ruptura de la arquitectura social que hemos conocido. Colores por las camisetas de las mareas de los distintos colectivos. También por las distintas reivindicaciones “temáticas” que había. Y por la pluralidad de organizaciones territoriales con sus sensibilidades y sus distintas realidades nacionales, sociales, sindicales…


Además de la enorme participación, fue esa diversidad el hecho más relevante desde un punto de vista cualitativo. A través del planteamiento de Cumbre Social se ha logrado ahormar en una respuesta común una multiplicidad de reivindicaciones, prioridades, organizaciones, territorios, sensibilidades, status. Este me parece un tema de especial importancia en este momento.

Me lo parece porque el deterioro constante y largo de la situación económica va a traer consecuencias de todo tipo. Estas consecuencias están alimentando de forma notable ya una dialéctica que puede convertirse en el eje de la acción anti-crisis, anti-recortes. La dialéctica está entre el repliegue defensivo endogámico anti-otros versus la acumulación de distintos en aras a una búsqueda de mínimos comunes denominadores. Un planteamiento de respuestas adyacentes en distintos “sálvese quien pueda” frente a unas respuestas coordinadas de “distintos y juntos podemos más”.

A esta dialéctica contribuye como pocas cosas la despolitización de la crisis que pretende por ejemplo el Gobierno de Rajoy. Las apelaciones al “hacer lo que hay que hacer” o al “sentido común” pretenden ser la base de la resignación. O sea la hegemonía total que pretende interpretar lo que ocurre y ocurrirá en lectura única. Una base ideológica camuflada de verdad incontestada o incontestable. Si se castra la existencia de opciones sobre lo común, se fortalece la huida hacia dentro.

Despolitización también motivada por un modelo de crecimiento en el que la acción del poder económico se emancipó del corsé político en Europa. El inmenso trasvase de recursos a crédito alimentó burbujas, camufló desequilibrios y promovió perversas actuaciones fiscales, despilfarros varios (no me refiero sólo a los públicos, que también). La aparente abundancia distorsionó los perfiles ideológicos. Todo daba igual porque todo iba hacia arriba. Generar riqueza disociada de la economía real, del valor central del trabajo.

El reflujo de la marea en cambio pone de relieve que algunos nunca perdieron perspectiva. La rebelión de las élites a la que asistimos pretende ahora aislar por tramos los eslabones de la cadena de crecimiento. Lo que antes era un círculo virtuoso, ahora lo es vicioso. Todos crecimos conjunta y armoniosamente dirán, pero algunos pagaremos separadamente la cuenta. El gran traficante del doping busca culpabilizar al drogadicto porque él eligió drogarse. Como mucho sacrificará al “dealer” del pueblo…

Como todo terremoto económico la disputa de clases busca sus elementos de construcción ideológica. Se trata de hegemonizar rápidamente la interpretación del problema para marcar la salida. Su salida. El repliegue.

Los repliegues defensivos serán de todo tipo. Territoriales, sectoriales, de status. Siempre habrá un culpable al que endosarle la “culpa” del desaguisado. Es sencillo buscar griegos, españoles, andaluces, personas migrantes, desplazados, precarios dispuestos a hacer más por menos… pero también alemanes, catalanes, vascos, privilegiados, indefinidos, funcionarios… Respuestas simples, culpables nítidos. Identificar al enemigo, protegerte con los tuyos y marcar el territorio. Populismos varios. Piensan que es su momento.

Es mucho más arduo, menos emotivo, menos rentable política y económicamente buscar corresponsabilidades (fiscales, territoriales), construcciones federadas de espacios de intervención política o fiscal. Explicaciones ciertas de la necesidad de asumir lo público, lo común como parte de la educación ciudadana. De la generación de valor a través del trabajo y la disputa del resultado del mismo a través de los elementos de redistribución. Ciudadanía de clase.

La tentación del repliegue, de la defensa de la torre de marfil es humana. Suena a atajo. A espejismo ante la inseguridad sobre si podremos construir un espacio político, institucional, de representación colectiva allá donde ya se situó nuestra contraparte económica.

El sindicalismo confederal como parte central del movimiento social, sin vocación excluyente ni exclusiva, debe impulsar esa marea de mareas. Sin vestirnos de lagarterana. Nuestro espacio de referencia primera es la empresa, la representación colectiva en el mundo del trabajo, la negociación y los espacios donde conseguimos con sangre, sudor y lágrimas darla residencia. Pero nuestro espacio de confluencia es más amplio. Está en las plazas, en las calles, en los foros y en las redes.

Por eso el 15-S, la marea de mareas es un día tan relevante.

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