En los últimos días se ha formado
una polémica en torno a la decisión de Tubacex
de abrir una planta de producción en Cantabria y su supuesta relación con los
costos salariales más bajos respecto a los de las plantas de Amurrio y Laudio.
En primer lugar convendría
relativizar el alcance de esta noticia. Las empresas toman continuamente sus
decisiones de inversión en función de múltiples factores. Empresas y sectores
de producción de bienes y servicios invierten aquí o allá, se han marchado o han
venido… En Euskadi, en España o en Europa. Quizás el hecho de que sea una
empresa industrial de relevancia en el Valle de Ayala por un lado, y que se
haya argumentado que el motivo es salarial por otro, hayan sido los detonadores
de la polémica.
Parece evidente que las empresas
cuyo coste salarial tenga una gran importancia en su estructura de costes, van
a tener este factor muy en cuenta. Una gran diferencia salarial entre unos
territorios u otros podría llegar a incentivar procesos de deslocalización. Los
servicios de atención telefónica son un ejemplo obvio.
Sin embargo esto no es tan sencillo
en las empresas industriales internacionalizadas donde el salario es una parte
menor del conjunto de costes, y por otro lado trabajan con distintos centros y
líneas de trabajo en red.
Fijar la localización de empresas
en nuestro territorio no puede tener como único ni principal termómetro el
coste salarial comparado con el entorno más próximo. Variables como la dotación
de infraestructuras, los sistemas de cualificación de trabajadores, los
entornos de proveedores de bienes o servicios, etc. tienen mucha importancia. La
productividad de las empresas no puede limitarse a una relación simple con el
coste de la hora trabajada. Más bien al contrario, serán otros elementos
generadores de valor añadido.
Vincular la decisión de Tubacex a una cuestión de costes
salariales es una simplificación tendenciosa. Dicho esto, el mundo sindical y
más en Euskadi debe incorporar una reflexión. Ni vivimos en una isla, ni la
realidad empresarial, de la negociación colectiva o de los costes salariales de
los ámbitos cercanos a una empresa nos pueden ser ajenos. La llamada
deslocalización no es un tema estrictamente territorial, ni mucho menos.
La ruptura de ámbitos generales de
convenio colectivo y la apertura de brechas salariales, atomización y
crecientes divergencias de condiciones de trabajo, abren la puerta al subasteo laboral por parte de las
empresas que acabará condicionando el conjunto de las condiciones de trabajo. De
un territorio a otro; de una empresa principal a una externa; de un convenio de aplicación a otro en peores
condiciones; incluso de una empresa donde convivan trabajadores con y sin
convenio. Cuestiones todas estas que promueve de forma nítida la nueva
legislación laboral, determinadas prácticas empresariales y algunas prioridades
sindicales filocorporativas.
Por eso el sindicalismo de clase
debe defender los convenios de carácter sectorial, de diversos ámbitos
geográficos y convenientemente articulados entre si, y entre el sector y la
empresa.
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