Artículo aparecido en Infolibre el 4 de marzo
Desde el momento que se conoció que Bilbao sería el
escenario de un foro económico con presencia del FMI y otros organismos
responsables de la orientación de las políticas económicas que se vienen
aplicando, CCOO de Euskadi tuvo claras dos cosas. Que había que organizar algún
tipo de movilización denunciando estas políticas; que había que simbolizar en
la respuesta la dimensión europea y sindical.
Esta idea se materializó el 2 de marzo, fecha de llegada de
muchos de los participantes en el foro económico incluida la Directora Gerente
del FMI, Christine Lagarde, en una
manifestación cualitativamente muy relevante. Por primera vez en Euskadi se
manifestaba la Confederación Europea de Sindicatos. Contábamos con compañeras y
compañeros de otros territorios del estado español y de otros países con
especial presencia de Aquitania. Habíamos recibido apoyos expresos de la DGB
alemana, la CGIL italiana, la CGTP portuguesa, la CGT de Francia o la LGTB
belga.
Para nosotros la cuestión no era una mera suma de siglas. Se
trata de contribuir modestamente a situar otro hito de movilización y propuesta
sindical desde la perspectiva de una construcción europea distinta.
Era previsible denunciar las políticas antisociales que al reflujo
de la brutal crisis financiera se viene prescribiendo como receta única a los
países sobreendeudados en Europa. Lo hemos hecho, claro. Enfatizando en las
consecuencias del llamado “austericidio”:
aumento del desempleo, parálisis económica, crecimiento de la pobreza y las
desigualdades.
Igualmente la denuncia de reformas estructurales que están
modificando de forma acelerada y oportunista los débiles equilibrios
socioeconómicos. De forma singular la negociación colectiva en un intento de
disminuir la tasa de cobertura de convenios, reforzar el poder empresarial y abaratar
el despido para facilitar una caída salarial.
Hasta aquí todo es previsible. Pero hay otro contenido que
hemos situado al mismo nivel de prioridad y seguramente es más polémico. La
necesaria democratización de Europa. Y no como una formulación abstracta.
Necesitamos constitucionalizar un espacio político con competencias más
ambiciosas en materias fiscales, presupuestarias, regulatorias. Y dotarlo de
contenido social a través de una disputa por la hegemonía sociopolítica.
Necesitamos ceder soberanía para ser más soberanos. Como
clases populares, como trabajadores y trabajadoras. Si algo simboliza la cumbre
de Bilbao es la capacidad de los organismos multilaterales y las grandes
empresas y agentes económicos de marcar agendas, programas y espacios. Ninguna
participación social; los responsables institucionales reciben, “hacen de anfitriones”. No interlocutan.
Ni una visita de reconocimiento a las instituciones democráticas sino reunión
en el icono de la marca-país (el Guggeheim)
con un despliegue policial sin precedentes, ese sí, público y sufragado por
nuestros impuestos.
La autonomización
de la economía, (entendida como agentes económicos) de la política, (entendida
como expresión de la voluntad popular democráticamente expresada). Esa es la
gran metáfora del encuentro de Bilbao.
Y las políticas de austeridad responden entre otras cosas, a
ese déficit democrático. A situar el lobby
y el grupo de presión como sustituto de la deliberación democrática. Frente a
la opción de hacer políticas contra el ciclo económico como otras aéreas
económicas del mundo, la política de salvaguarda de poderes fácticos como el
financiero.
Las y los trabajadores de Europa necesitamos recomponer los
canales de redistribución de riqueza a través de la relación entre fiscalidad,
inversión pública y social; salario y modelo social. Roto es circuito de
crédito ilimitado como doping de una
distribución de la riqueza cada vez menos equitativa. Y ante todo esto no se
puede obviar el espacio europeo por más que sea donde la batalla parece más
complicada. Es la viga central porque estamos en una economía global. La otra
opción, la estamos probando amargamente.
Las clases populares, la gente del trabajo va a tener mil
opciones populistas, de repliegues de todo tipo. En las crisis sociales,
económicas y políticas como las que atravesamos son terreno abonado a estas
aparentes salidas simples y demagógicas. Por eso el sindicalismo confederal, el
que aspira a agregar intereses en sociedades complejas, a organizar a nuestra
gente en torno a estos intereses, toma partido. En Europa, obviamente. Pero
también en Euskadi. Eso quiso ser el #2Mbilbon.
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