lunes, 17 de noviembre de 2014

Casta, anti-casta y Maroto



Si uno mira retrospectivamente los resultados de las últimas elecciones europeas en distintos países, casi todos los partidos que salieron bien parados tenían un elemento en común. Fueron capaces de argumentar una causa simple a problemas complejos. Apurando un poco más, fueron capaces de identificar un relato sobre lo que sucede en el que aparece un culpable reconocible. Punto y aparte. Hasta aquí llegan los puntos en común para que nadie me malinterprete.
En España parece obvio que algo así sucedió y está en buena parte detrás de algunos de los fenómenos políticos que ocupan y preocupan ahora. La irrupción de Podemos o la cuestión catalana tienen en este momento mucho de respuesta simple a la endiablada tormenta perfecta de la situación política, económica y social.
El auge de estas dinámicas políticas es mucho más complejo que eso, es obvio. Como apuntes de contexto citaría al menos algunos: Hay un agotamiento de los vínculos de representación entre la sociedad, las instituciones y los canales de delegación/vertebración en los que se constituía el espacio público. Singularmente los partidos políticos.
Una transición política con riesgos generó partidos cerrados, aparatos crecientemente autonomizados de una sociedad, por otro lado, muy desvertebrada y con tendencia a desentenderse del gobierno cotidiano de lo común. No es casualidad que en los territorios del estado con mayor vertebración social, la dinámica actual tenga sus propias formas, sea el caso catalán (entre otros factores con un hecho nacional evidente), sea el caso vasco donde los partidos clásicos sufrirán desgaste de imagen, pero no el desplome de otros lares.


Recuerdo leerle a Paco Umbral algo así como que el rumor no puede fundamentarse en la mentira. El rumor para que funcione tiene que tener algo de verdad, siquiera sea la sal que lleva el agua de mar. Si no, no funciona. En esto de las causas simples, pasa igual.
Es cierto que la hipotética existencia de una casta no explica ni de lejos los problemas de España en mi opinión. Es más, probablemente la llamada casta en todo caso, sea consecuencia de los problemas de España. Es un tejido productivo insuficiente y un sistema fiscal ineficiente lo que genera los profundos desequilibrios en el país.
Pero también es cierto que existe todo un marasmo, un estrato de empresas y a veces seudo-empresas vinculado al capitalismo concesional y a las regulaciones públicas, en las que lo público y lo privado parece que funcionan como un sístole y una diástole sucesiva, donde en el flujo de la sangre siempre están los mismos y en las vísceras y el resto del cuerpo también están siempre los mismos. Esta dinámica donde las puertas giratorias han sido los ejemplos más gráficos, unida a  partidos poco permeables, a la deficiente financiación de la actividad con interés público desde los presupuestos públicos, y a la colonización de los elementos de contrapeso propios de la división de poderes desde la pugna partidista, ha creado el humus para que el discurso de la casta germine de forma vigorosa. Porque existir como as meigas, claro que existe.
Es cierto que es un discurso limitado. Más consecuencia de un modelo de desarrollo que causa del mismo, probablemente. Pero es un discurso que casa bien con una frase que le oí el otro día a Kepa Aulestia, en un interesante diálogo con Josep Ramoneda. Vivimos tiempos en los que existe una desesperada búsqueda de la inocencia, vino a decir. Una necesidad de desligarnos de responsabilidades pretéritas, de aguas pasadas, del yo no sabía, quién lo iba a decir...
También tiempos en los que esa ruptura del vínculo entre sociedad, espacio público e institución, pretende buscar responsables únicos. Sí, se ha deteriorado la herramienta de enlace social que debían ser las organizaciones representativas de la ciudadanía. La institución aparece como ineficaz para dar respuestas a las pretensiones de la gente, rotas las burbujas piramidales. Pero también fuimos ciudadanía perezosa, dejamos hacer, nos desentendimos, dejamos inerme el modelo de solidaridad colectiva que suponen los sistemas de protección social. Cometimos el enorme error de convertir una fortaleza como fue la constitucionalización de derechos, en una debilidad al despolitizar su logro.
No se puede obviar que las instituciones han perdido pie respecto al poder económico, seguimos en nuestros marcos de estado-nación, cuando no replegándonos a vínculos colectivos aún más limitados. No se puede obviar que no hay muchos atajos económicos en la generación de riqueza y su distribución real y equitativa. Eso exige organización, conflicto, elementos de equidistribución, (en extraño palabro que le oí decir a Oskar Matute el otro día en el Parlamento). No hay salida en planteamientos simples en mi opinión, pero tiene pinta que se van a tejer las alternativas desde visiones de deconstrucción simples, amnésicas y redentoras.
En el estado español parece que esa alternativa se va a desprender de nomenclaturas ideológicas clásicas. Se va al concepto arriba/abajo. Y frente a la formulación clásica del conflicto objetivo de clase, una especie de conflicto subjetivo de status. Para catalizar así la principal motivación de los nuevos movimientos de respuesta sociales: la ruptura de expectativas, más que la pobreza o exclusión extrema. El desengaño entre lo prometido e ingenuamente creído y la precariedad vital cotidiana y futura. Dentro/fuera. Outsiders/insiders. Una formulación verbalizada y comunicada de forma potentísima y con un imaginario de valores progresistas y humanistas, aunque huyan de conceptos políticos clásicos.

Y aquí aparece el alcalde de Vitoria, Javier Maroto, para explorar su particular simplismo en el terreno más peligroso. El que pasa del responsable simple al chivo expiatorio. Identificar un colectivo, determinadas nacionalidades, que de forma vitalicia van a estar gorroneando el esfuerzo del sufrido ciudadano de bien, caído del pedestal de la clase media. Un escrache intelectual cotidiano sobre los perceptores de ayudas sociales, acariciando siempre el más peligroso de los populismos. Incluso amagando y quizás realizando algún tipo de recogida de firmas o consulta, subiéndose a la ola de la confrontación de legitimidades y la oposición entre plebiscitarismo y deliberación. 
La derecha puede tratar de experimentar con la búsqueda de su anti-casta. Al modo lepenista, Las sucesivas ovaciones del público en un programa de la ETB este viernes, dan idea del potencial de estos mensajes. Un Presidente del Gobierno que aparentemente ha fiado toda su chance política a una recuperación económica que no va a llegar a tiempo, va a explorar aglutinadores externos con los que mover su electorado potencial. Catalunya o este tipo de discursos de Maroto.
Ni que decir tiene que hablamos de azuzar los peores fantasmas de la sociedad. Preparemos mucha pedagogía. 


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