miércoles, 29 de agosto de 2007

Te leeeé fo no...


"Si quiere preguntar sobre su cuenta corriente, pulse el 1, si quiere información pulse el 2, almohadilla, cuelgue, vuelva a llamar, lea la clave escrita en cirílico en el reverso de la segunda copia de la factura devuelta y entonces pregunte por nuestro comercial."

Los servicios telefónicos de las empresas recuerdan aquellos laberintos de los tebeos, en los que había que acertar a salir con una línea continua para que el dibujo de una abeja llegase a un panel de rica miel.


El camino es excitante. Una gama sonora que comienza con el consabido piii piiii, continua con el Imagine de John Lennon en versión cutre, hablamos con una maquinita que nos da números cifrados, para finalmente hacer turismo auditivo hablando con una compañera residente en Rabat o Argel y que siempre se llama Marisol.

Esto de la externalización productiva pasa de castaño oscuro. Que las empresas subcontraten hasta extorsionar a las subcontratas para que a su vez extorsionen a los trabajadores, era visto como una señal de dinamismo empresarial y estas cosas modernas.

Todo por rebajar costes, precios. Todo por el cliente. Pues va a ser que no. Las grandes empresas de banca, telefonía, carburantes… funcionan como un grupo de amiguetes ligoteando por Mazarredo; compiten pero dentro de unos límites. Si uno se da de baja de una, a parte de volverle loco, con el “almohadilla, cuelgue, Jon Lennon, maquinita, comercial de Honolulu y vuelta a empezar”, tendrá que darse de alta
en otra, que más o menos, le va a tratar igual.

Y usted y yo, pobrecito consumidor, maltratado por ser cliente, por ser trabajador y hasta por ser del Athletic.


¿Recuerdan el cuadro titulado El Grito, de Ervard Munch? Una figura andrógina con una expresión de alarido desesperado simbolizaba la angustia existencial del hombre moderno.


Si Munch hubiera pintado hoy ese cuadro, seguro, seguro que la figura estaría pegadita a un teléfono…


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