martes, 1 de noviembre de 2011

Es el reparto de la riqueza ¡estúpido!

Todo el problema que parece querer tener la banca europea es como le va a afectar los posibles impagos de Grecia en primer término. Como tienen adquirida mucha deuda, si esta no se paga, les genera un agujero en los balances que les obliga a capitalizarse (a través de emisión de acciones, o de fondos públicos) para mejorar sus ratios de capital en línea con las exigencias actuales.

Sin embargo, parecen querer olvidarse de las aún desconocidas (para nosotros) ingentes cantidades de activos tóxicos o de activos inmobiliarios o inversiones en suelo, depreciados, que son, esos sí, el gran boquete que tienen en sus balances.

Supongo que aludir siempre a las deudas soberanas sirve para desprestigiar la política pública de los países, mientras que si se pusiera el foco en sus activos depreciados, sería poner el foco en la imprudente política privada, realizada por la banca privada, que prestó dinero privado a empresas, bancos y familias privadas, en base a una alegra ponderación de riesgos; castillo que se ha venido al traste por prácticas especulativas privadas o derivados financieros privados. Eso sí, con una política pública previa. La de desregular y dejar autorreglarse (yo diría, auto-arreglarse) al sistema financiero.

Quizás también tenga que ver con que la ecuación entre sobreendeudamiento, crédito fácil, bienes especulativos sobre los que anclar en sobreendeudamiento (en España la vivienda) ha sido una elemento central en el crecimiento económico de las últimas décadas. Un sistema de acumulación capitalista sigue provocando una polarización de la renta cuantos menos elementos correctores tenga. Esta polarización entra en contradicción con la necesidad expansiva del propio sistema que requiere de más compradores, más inversores, más mercados. En su día, tal contradicción se pretendió resolver con el llamado pacto keynesiano, el modelo de estado social, un sistema impositivo avanzado que recaudaba recursos para garantizar una acción pública potente tanto en inversión económica (infraestructuras...) como en inversión social. Se conjugaba un nivel alto de cohesión social con instituciones públicas en aspectos estratégicos de la sociedad (mercado laboral, educación, enseñanza).

La rebelión conservadora primero, empezó a desandar caminos. Las necesidades de financiar sus enormes déficits comerciales y de capitales en EE.UU. pusieron las bases del actual modelo, después. Un sistema globalizado, el creciente protagonismo de enormes economías emergentes como elemento de presión, financiarización de la economía… Dieron con la fórmula mágica. La contradicción inherente al sistema “polarización de renta Vs necesidad de expansión de la creciente capacidad productiva” encontró en la economía y la vida a crédito su moderno totem.

¿Quién quería ineficaces burocracias que recaudan impuestos y despilfarran fondos públicos? El capital acumulado en unas partes del mundo o de Europa se desplaza a otros lugares para regar el crecimiento y el consumo… con tipo de interés a pagar, claro.

Si encontrábamos un elemento de revalorización continuo sobre el que anclar ese crédito desparramado, ya lo bordaban. Y ahí estaba la vivienda. España, Irlanda, Estados Unidos, Inglaterra… El milagro de los panes y los peces. ¿Qué importancia tiene un convenio colectivo con una subida salarial de 3 puntos por ejemplo, cuando una vivienda se revaloriza un 40% en 5 años sobre precios ya desorbitados?

Todo estalló hace unos años con la conocida crisis subprime que se trasladó a crisis de crédito de los bancos contaminados. Tocado el nervio central, caídas de PIB, de recaudación a la vez que políticas anticiclo en un primer momento, rescates financieros, déficits público, crisis de deuda… y ahora deficiente capitalización de los bancos, lo que incidirá en otra contracción del crédito y vuelta a empezar…

El mundo en un brete. ¿Y si, parafraseando a Clinton (el gran padre del invento desrregulatorio, por cierto), dijéramos aquello de : “Es el reparto de la riqueza, estúpido”?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo diría que el padre del invento desregulatorio fue Bush hijo.

http://vimeo.com/21949523
http://www.youtube.com/embed/gP591bZNc0I
http://www.youtube.com/watch?v=KX82sXKwaMg&feature=related

Unai Sordo dijo...

Bueno, los años 90 en USA son conocidos como los de la "exhuberancia irracional" y hubo reformas para alentar la liberalización financiera. En 1999 se suspendió la ley que separaba la actividad de los bancos comerciales y los de inversión, vigente desde el 33 después del crack del 29. Los resultados están ahí.
Claro, luego llegó el tío más nefasto que se puede uno imaginar que era Bush Jr. y Greenspan, y el desastre fué mayúsculo: generalización de derivados de calidad pésima, "autorregulación" del sector, mayores márgenes de apalancamiento (proporción entre endeudamiento y capital propio). Bajaron impuestos, aumentaron gastos (operaciones militares) y financiaron sus enormes déficits comerciales y de capitales con deuda pública(hoy supone más que el PIB de EEUU en un año), y expandiendo productos tóxicos que todavía hoy reposan "ocultos" en los balances de la banca mundial y europea como residuos radiactivos... Y veremos la risa cuando eso se compute en los balances y nos dejen de entretener con que el problema es sólo el deterioro de la deuda soberana...