viernes, 31 de agosto de 2007

EL MAL; la mal



La sucesión de imágenes y conceptos que emite la tele a mí me dejan descolocado. Resulta que pasa un programa en el que hablan de un tal Harry Potter, que debe ser un mago al que en la última peli le viene la cosa de las feromonas, y en menos de dos minutos aparece el Vicepresidente de la Conferencia Episcopal, un tal Cañizares, advirtiendo que con la asignatura Educación para la Ciudadanía “se está "imponiendo una formación de la conciencia moral a todos los alumnos, algo que no puede hacer un Gobierno en un Estado de derecho sin traspasar sus propias competencias”.


Supongo que lo que no puede hacer un gobierno, si lo podía hacer su franquicia de verdades reveladas o que lo suyo no era adoctrinamiento sino palabra santa.

Y concluye con una frase contundente, impartirla es “colaborar con el mal”. Eso de “EL MAL” me ha recordado aquellos severos catecismos con olor a Barón Dandy a las nueve de la mañana, con temor reverencial y musiquilla repetitiva:

¿Por qué existe el mal y la muerte?
Existe el mal y la muerte por la envidia del Diablo, que es malo y mentiroso, y por el pecado de nuestros primeros padres.

¿Quiénes son el Diablo y los otros demonios?
El Diablo y los otros demonios son seres espirituales, con inteligencia y voluntad, creados por Dios como ángeles buenos, pero que rechazaron a Dios y se volvieron malos para siempre.

¿Y que hicieron cuando se volvieron malos?
Se volvieron rojos o libertinos, obligaron a casarse a los hombres entre ellos y a vivir amancebados en Chueca, sin poner en la declaración de la renta la casilla de la iglesia.

Tampoco soy un especial optimista con esto de la Educación para la Ciudadanía. Me imagino que se tratará de una perorata tirando a cursi sobre modales, tolerancia, urbanidad, buen rollito y valores constitucionales, que no digo yo que vaya a hacer mal a la chavalería, pero vamos, que ya me conformaba yo con que los ciudadanos que tienen a bien procrear, defiendan al resto de sus conciudadanos de sus ciudadanitos traídos al mundo, o más concretamente de sus gritos, de sus patadas, de sus pises, de sus balonazos, de sus antojos o de sus berrinches.

Así tendríamos un camino hecho, y en la escuela se podría impartir aquello de la ética, la filosofía o la estética, para cuestionar crítica y democráticamente los sistemas de valores, en vez de hablar de mundos del Yuppi.

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