miércoles, 22 de mayo de 2013

¿Dónde quieren llevar la negociación colectiva en Euskadi?



Se quiere promover un proceso de devaluación salarial, y romper la negociación colectiva sectorial es el camino diseñado. Esa visión, simple y certera, podría ser la síntesis de una parte de las intenciones de las últimas reformas laborales.



Si tuviéramos que concretar un poco más en como va a afectar esta situación al modelo de relaciones laborales que hemos conocido, el relato podría ser algo así: en España (y en Euskadi, pese a la distinta correlación de fuerzas) hemos tenido un modelo de negociación en las que las “superestructuras” sindicales y empresariales generaban norma (convenios sectoriales).

Las “infraestructuras sindicales” en el ámbito de la empresa o bien desarrollaban esa norma (pactos), o bien velaban por su cumplimiento, o bien abría nuevos espacios de norma (convenios de empresa). Este modelo ha conllevado una tasa de cobertura muy alta. Es decir, más del 80% de los asalariados tenían un convenio colectivo de aplicación o referencia. Esquema de cohesión, bases homogéneas. Es verdad que no excesivamente rentable desde el punto de vista afiliativo por la aplicación general (erga omnes) de lo pactado.


Ahora se pretende cambiar el modelo. Se pretende quebrar o limitar seriamente la capacidad de producir norma en los ámbitos generales. ¿Cómo? Haciendo que el convenio sectorial pueda ser más fácilmente inaplicable; dando preferencia aplicativa al convenio de empresa aún siendo en condiciones peores que el sectorial; limitando el mantenimiento de las condiciones pactadas a un año natural tras la finalización del periodo de vigencia de un convenio. Una especie de volver a empezar de cero que condicione a la baja las negociaciones.

Devaluar las “superestrucuras” sindicales y empresariales y su capacidad de generación de norma implicará, de consolidarse, la necesidad de generar esta norma en los ámbitos atomizados de la empresa. La "infraestructura sindical” ya no será de extensión y adecuación de lo pactado, sino de producción de norma. Este modelo llevará a una tasa de cobertura mucho más baja en un tejido de PYMES y micropymes. Es un esquema que des-cohesiona, provocará dumping, conflictividad e inseguridad jurídica. Mucho más rentable afiliativamente, pues se rentabiliza mejor en lo micro la acción sindical que en los espacios generales (sectoriales o inter-sectoriales) se diluye más.

Esto es lo que está detrás de las distintas posiciones de las organizaciones sindicales vascas respecto a la negociación colectiva. No de ahora. De siempre.

Prueba de ello es que sin estar aun puesta en marcha ninguna mesa de negociación inter-sectorial sobre convenios, el sindicato ELA se apresura a fijar posición, atacando la opción de tal negociación y defendiendo su posición de abierta hostilidad a la misma. Como siempre haciendo una continua trampa argumental, y mezclando obviedades y demagogias que oculten el verdadero leiv motiv de los distintos modelos sindicales.


En primer lugar, es obvio que el marco de regulación de la negociación colectiva ha cambiado sustancialmente.
  • En efecto, el convenio sectorial ya no es de mínimos y en caso de suscribirse uno de empresa puede empeorarlo en aspectos sustanciales como el salario.

  • En efecto, en la actual legislación cuando un convenio colectivo no sea renovado tras un año de su denuncia pierde su vigencia, y por tanto sus cláusulas podrán dejar de aplicarse. Esto puede conllevar una pérdida de derechos y un “chantaje” en las negociaciones para la renovación de los convenios por la presión del tiempo que correrá en contra de los intereses de los trabajadores
  • En efecto, las causas de inaplicación de lo pactado en un convenio se han ampliado sustancialmente y se han reducido las garantías en los procedimientos, así como la proporcionalidad entre los problemas que pudieran tener una empresa y las medidas que adopte para (supuestamente) hacer frente a los problemas. Reducir durante 6 meses las ventas un 5% no puede justificar una bajada salarial del 25%.

Precisamente porque este desatino de reforma puede romper la espina dorsal que ha presidido la negociación de los convenios, es por lo que debemos intentar un acuerdo que reconduzca algunas de estas cuestiones.

¿Es posible evitar que algún convenio de empresa empeore uno sectorial? Con la ley en la mano, no. Pero sí es posible incentivar que cuando una empresa tenga problemas reales, en lugar de romper el convenio a la baja busque otras fórmulas de inaplicación de lo pactado. Con garantías, procedimiento, reversibilidad y proporcionalidad.

¿Qué el sindicalismo debe reforzar su posición en la empresa ante las opciones descritas? Obvio y natural. Pero eso no debe ser excusa para decir (como dice ELA) que el convenio sectorial “pasa a ser una recomendación”. El convenio sectorial si está vigente sigue siendo normativo y para modificar lo pactado el empresario tiene necesariamente que negociar. Si no se renuevan, por contra el empresario no tiene que hacer nada para modificar las condiciones de trabajo, con dudas legales respecto a los trabajadores actuales; de forma clara respecto a los del futuro. Podrían disolverse como la nieve, que nadie sabe como ni cuando, pero un día deja de estar.

¿Es posible mejorar el tratamiento de la ultraactividad si se pacta entre las partes? Perfectamente. Todos los sindicatos lo hemos hecho en varios convenios con distintas fórmulas, la más sencilla de ellas, incrementando el periodo de “vida ultraactiva” del convenio. Pero sin duda puede haber otras ligando las garantías en el mantenimiento de las cláusulas del convenio a los procedimientos de resolución de los bloqueos del mismo.

¿Es posible extender procedimientos más garantistas con participación sindical al conjunto de convenios y pactos de empresa en Euskadi, con intervención de las Comisiones Paritarias y los sistemas de resolución de conflictos que en cada momento sean vigentes? Perfectamente. Es posible.



La cuestión de fondo no es que el acuerdo intersectorial sea posible y muy positivo. Es que tal acuerdo ordenaría el tráfico de la negociación colectiva. Pondría orden en un sistema alocado que impulsa la reforma laboral y que va a generar una caída salarial, conflictividad y problemas a la gente. Y en efecto, hay un sindicato que hace mucho que diagnosticó que del desorden y de la pérdida de referencialidad de los convenios sectoriales, sacaba tajada afiliativa.


Porque esa es la cuestión de fondo. Ni modelo alternativo de sociedad, ni cambio de gobierno, ni troika, ni troiko. Estrategia comercial de quien tras explotar durante décadas el favor empresarial y político, decidió que la hegemonía sindical se lograba desde el cuanto peor, mejor. De quien considera que el sindicato sólo debe intervenir con utilidad en espacios que rentabilice afiliativamente y por tanto desechar (y desprestigiar incluso con discursos reaccionarios) los demás espacios. Y por supuesto, difamar los motivos de la presencia de otras organizaciones en esos ámbitos con el consabido soniquete de la financiación.



Claro que la negociación colectiva ha estado en Euskadi bloqueada por culpa de ELA y la comodidad patronal. No ahora. Siempre. Antes de la reforma se han dedicado a demorar sine die las negociaciones para provocar un desierto de convenio sectorial y promover el supuesto oasis del convenio o pacto de empresa, sobre el que afiliar a la gente. Tres, cuatro o cinco años de inexistente negociación en sectores como el comercio para terminar firmando (normalmente cerca de las elecciones sindicales) propuestas patronales que podían llevar 20 meses encima de la mesa.




Nosotros no cuestionamos que pueda haber otros modelos sindicales legítimos que no busquen la cobertura lo más amplía posible de la acción sindical y los derechos laborales. No nos parecen solidarios, ni propios de un sindicalismo de clase  por mucha monserga radicaloide y discurso impostado que gasten. Lo que no aceptamos son lecciones de moralina de nadie.


¿Y la patronal? Esta es una de las claves. O visión cortoplacista al ritmo de FEDEA, o apuesta estratégica por mantener y adaptar un espacio de producción de norma que compatibilice seguridad, estabilidad y suficientes procedimientos de adecuación garantista de la realidad de las empresas a los condicionantes del entorno.

Dos reflexiones. Una: la devaluación salarial que motiva esta reforma está basada en una idea. La mejora de competitividad de la economía ha de venir por una drástica reducción de costes (y de entre los componentes de estos singularmente los costes salariales). Si no, las balanzas corrientes de España no van a mejorar. Esto es un error en el estado, pero desde luego es un suicidio en Euskadi.

En todo el periodo de crisis, el sector exterior vasco, el que exporta y concurre en mercados globales, ha sido el que mejor ha aguantado la tormenta. De hecho sus caídas han estado ligadas a la generalización de las dos recesiones en los países con los que se comercian más bienes y servicios. Eso y no una pérdida de competitividad estructural es lo que está situando en problemas muy serios a la economía vasca.


No está escrito en ningún sitio que un proceso de reducción salarial tenga un efecto en la hipotética mejora de la posición del sector exterior que compense el seguro d
eterioro de la demanda interna. Probablemente ocurriría todo lo contrario.

Dos: eliminar la consolidación de derechos o salarios que habría de negociarse con “el contador a cero” puede ser una tentación muy golosa para muchas empresas en época de crisis y con el paro ejerciendo de potente elemento disciplinador de las reivindicaciones. Pero ¿a dónde llevaría este esquema en una fase de crecimiento económico y mejores expectativas?

Este modelo de relaciones laborales, que va a afectar a la demanda interna, a la estabilidad en las empresas y al propio “ambiente social” es un desatino. No hacer nada, una irresponsabilidad. Veremos la altura de miras de cada uno.


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