Las dificultades económicas, el paro, la pérdida de
convenios colectivos o el cuestionamiento del modelo social que tanto nos costó
lograr, podrían indicar que no hay ninguna razón de celebración el 1º de mayo. Pensar
eso sería perder perspectiva. Histórica y espacial.
No hace tantos años, apenas unas pocas décadas, organizarse sindicalmente
conllevaba persecución, cárcel, tortura y a veces muerte. Estamos recordando
estos meses hitos de las gentes que fundaron las CCOO y sufrieron procesos como
el 1.001 con una condena de 162 años de cárcel a la dirección del sindicato. O
los abogados de Atocha, 5 compañeros asesinados por pistoleros de extrema
derecha por defender trabajadores desde una perspectiva sindical y
sociopolítica.
En Euskadi las huelgas míticas de Bandas o las persecuciones
en la Mina del Alemán a aquellas primeras CCOO, por citar dos hitos. Todavía
algunos compañeros aparecen de vez en cuando por la sede y nos recuerdan como
activaron aquel movimiento sindical. Y las palizas y disgustos que costó…
Pero es que hoy en día más de 100 sindicalistas son
asesinados al año en el mundo, la mitad en Colombia, mientras cualquier evento
deportivo mundial se construye bajo la explotación destajista de miles de
personas.
No. No debemos echar en saco roto el valor de pasearnos a
cuerpo por las calles de Bilbao el próximo 1 de mayo, porque no es una
concesión graciosa de nadie, sino un derecho obtenido a lo largo de muchas
luchas y que no ha sido posible ejercer durante la mayor parte de la historia.
Tampoco debemos olvidar muchos de los logros de esa acción
colectiva producto de la organización de los y las trabajadoras, que eso y no
otra cosa es un sindicato. Que la mayoría de la gente tenga derechos laborales,
convenios colectivos. Que existan sistemas públicos de pensiones, de sanidad o
enseñanza pública, la atención a las personas dependientes, las medidas de
igualdad… Es obvio que todo esto se ha construido con la aportación de muchas y
muchos, pero la de la gente del trabajo y sus organizaciones representativas ha
sido una pieza clave en todo este camino avanzado.
Quedaba mucho por hacer, es cierto, cuando todo parece
cuestionarse al calor de una crisis económica que lo es también social y política.
Quizás llegamos a pensar que lo logrado perviviría siempre sin demasiado
quehacer para mantenerlo. Y no.
Es momento de repensar cosas, modelos y formas de actuación,
pero desde una premisa. La organización de nuestra gente es clave en como
abordemos el futuro.
No está escrito que no podamos mantener una tasa de cobertura
de derechos laborales amplia. Dependerá de si somos capaces de suscribir
convenios colectivos que afecten al conjunto de las y los trabajadores. Y eso
es correlación de fuerzas.
No está escrito que los cambios productivos, tecnológicos,
de ciclo económico, de formas de trabajo, de necesidades de formación, que cada
vez varían de forma más rápida tengan que suceder contra nosotros. Dependerá
del papel que seamos capaces de jugar ante estos cambios y gobernarlos
organizadamente o no. Y eso es correlación de fuerzas.
No está escrito que tengan que desaparecer los sistemas de provisión
pública de servicios, pensiones, educación, sanidad, etc. Dependerá de si los
incrementos de riqueza, renta o productividad se embolsan en manos privadas, o
se redistribuyen a través de sistemas fiscales justos y se invierten adecuadamente
en las preferencias de la sociedad. Y dependerá entre otras cosas, si las organizaciones
sindicales somos interlocutores o no ante estas cuestiones. Y eso también es
correlación de fuerzas.
Han cambiado preguntas y hay que adaptar respuestas. La
economía es global habiéndose incorporado buena parte del mundo a los procesos
productivos. Ha adquirido preeminencia el poder financiero, la
descentralización productiva, nuevas relaciones entre empresas, países,
materias primas, fuentes de energía… todo eso es cierto.
Por eso necesitamos un sindicalismo distinto. Reivindicativo
y pegado al centro de trabajo, como siempre. Pero también dispuesto a asumir nuevos
roles ante los retos de la flexibilidad, la cualificación continua de las y los
trabajadores, los nuevos tipos de empresa, los ritmos acelerados en los que cambian los procesos productivos…
Necesitamos ser interlocutores sociales porque sin nosotros
la política se sigue haciendo, pero se hace contra los nuestros, en un contexto
de pérdida de credibilidad institucional y política porque el poder económico
ha colonizado el poder democrático.
Necesitamos ganar hegemonía social, porque si estamos
convencidos de lo que somos, pero la gente nos ve de otra forma, tenemos un
problema. Defender modelos solidarios en una sociedad individualista, o el
valor del trabajo en una sociedad hedonista, es más complicado.
Todas estas cosas y muchas más se reivindicarán este 1º de
mayo. En Euskadi y en todo el mundo. Pero además de análisis, propuestas,
negociaciones, movilizaciones, acuerdos, desacuerdos, tenemos que tener un hilo
conductor sobre lo que fuimos, la complejidad del momento actual y lo que
tenemos que ser en el futuro: la organización de la gente del mundo del
trabajo.
Y no se me ocurre mejor hilo conductor que los 2 kilómetos
de Gran Vía que atravesaremos el próximo 1 de mayo, con la presencia de Ignacio
Fernández Toxo. Os esperamos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario