miércoles, 27 de agosto de 2014

La patria paradójica


Fran es un guía que trabaja en una empresa que organiza “tours” por Escocia para turistas. Este verano nos contaba que en Edimburgo residen 16.000 españoles registrados en el consulado de la ciudad, pero que otro tanto o más, viven allí sin estar registrados. Cotejados los datos, veo que no le andan desencaminados situando el propio Cónsul en 12 mil y 25-30 mil respectivamente las cifras citadas, hace un año.

Nos relataba también (Fran, no el Cónsul…) algunas de las “ayudas” que recibían por vivir y trabajar allí (un día) respecto al alquiler, la educación y otras. Interpretaba él que el flujo de inmigración en edad laboral  y con una escasa utilización de algunos servicios públicos (la sanidad por cuestiones de edad, la educación porque suelen ir sobrecualificados, etc.) le viene bien económicamente a Escocia. De forma paralela a un sistema de contratación muy flexible tienen una red de protección social importante. Nos decía que si pierden eventualmente el trabajo, la administración se hace cargo del alquiler de la vivienda, incluso aunque el pago del mismo sea alto. De esta manera se posibilita mantener un nivel de gasto y ahorro apreciable y una satisfacción razonable de los “inmigrantes”.


A la vuelta a Bilbao me hicieron una larga entrevista en EuropaPress en la que entre otras cosas me preguntaban por la polémica suscitada por alguna declaración política sobre el fraude en la percepción de la RGI (Renta de Garantía de Ingresos) por parte de colectivos de personas migradas. 

La primera referencia de la entrevista que leí fue a través de Twitter y se había hecho eco de ella eldiario.es. Lo curioso es que la leía a más de 1.000 km. En  Conil de la Frontera mientras el sol se sumergía en el mar, desde un punto en el que en los días de horizonte limpio se divisa la costa africana. A 50 km. de Tarifa donde cientos de personas estaban cobijadas en polideportivos tras ser interceptadas tratando de entrar en Europa. A 60 en línea recta de Tánger, donde Helena Maleno, activista e investigadora especialista en migraciones y trata de seres humanos, había sido salvajemente agredida por marroquíes ante la pasividad policial mientras se asaltaba, se desvalijaba y se atacaba a golpe de machete (según cuenta) a migrantes subsaharianos apostados a la espera del paso a la tierra prometida, en una macabra y gótica por excesiva, lucha darwinista.

Uno de los impulsos fundadores de la humanidad es desplazarse para mejorar la vida o incluso para sobrevivir. Hay lugares donde la geografía y la desigualdad hacen que las fronteras sean simas y el Estrecho es uno de ellos. Un mismo impulso condicionado por circunstancias económicas, geopolíticas, culturales, de todo tipo, que hacen que unas migraciones y otras tengan poco o nada que ver.

Un tema demasiado delicado, demasiado poliédrico y demasiado proclive a ser utilizado de forma demagógica. Claro que habrá algún nivel de fraude en la percepción de RGI como en cualquier prestación sometida a prueba de rentas en una sociedad con rentas ocultas. Pero las rentas ocultas que de verdad son cuantitativamente importantes no son ni de lejos las de la RGI, como cualquiera que no sea un cínico sabe.

En todo caso la cuestión de fondo es evaluar una política social valorando el nivel de cohesión social que proporciona al reducir las situaciones de marginalidad o de exclusión más extremas. Definir si se pretende una sociedad inclusiva porque genera dependencias mutuas, sabiendo que también es una sociedad compleja donde una acción genera efectos múltiples. Quien ostente representación institucional debiera atender al conjunto de acciones y de efectos múltiples.

Desgraciadamente se suele buscar el efectismo de analizar efectos singulares y más cuando, sobredimensionados, sirven para identificar el culpable, el responsable. Hacer reglas de tres para demostrar que los inmigrantes reciben proporcionalmente más prestaciones sociales, obviando que triplican la tasa de paro de los autóctonos, o situaciones de mayor desarraigo comparativo por razones obvias, no es de recibo. Apelar a estos lugares comunes es apelar al imaginario colectivo menos cívico.

Pensaba yo en Conil, cuando el sol caía con una caña mediante y creyendo intuir el contorno africano, la polémica de la RGI y el recuerdo escocés, en la paradoja de la patria en los zapatos que cantaba el Ultimo de la fila.

Creo yo que la nación vital de uno la marca como aspira a relacionar sus afectos, sus ideas, los recursos y los espacios públicos. Al menos mi nación cultural creo que es la de los lazos cercanos, las certidumbres cotidianas, la parte de estabulación existencial que da calma y previsibilidad necesaria. La nación política son las dependencias mutuas, los lazos anónimos, la proyección de principios, la norma solidaria. La subjetividad afectiva y la objetividad racional. Corren en paralelo o en oblicuo o se cruzan, quisiera que siempre se expandieran, no son las mismas ni falta que hace, aunque pueden ser heterónimas. Raíz y rama. Carretera y manta. Por eso mi nación no es nacionalista.


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