martes, 7 de octubre de 2014

7 de octubre. Trabajo decente o barbarie


El 7 de octubre se celebra la jornada mundial por el trabajo decente.

Es conocida la pérdida de peso de las rentas del trabajo sobre la renta nacional en las economías del mundo desarrollado durante las décadas que van de los años 60-70 del siglo XX hasta la actualidad. En la UE-15 el porcentaje de remuneración de los asalariados sobre PIB pasó del 61,5% del año 1975 al 56,8% del 2.011. En EEUU la evolución es similar pasando del 66% de 1970 al 59% de 2011.

También sabemos de la creciente incorporación a los circuitos de producción y comercio de bienes y servicios de zonas inmensas del mundo, con estándares laborales inexistentes o de escasa calidad, y que ejercen una presión a la baja sobre las condiciones laborales

En Europa vivimos las consecuencias de una integración económica en una zona monetaria sin una correspondiente integración política que pudiera rehacer democráticamente el contrato social que caracterizó el periodo de postguerra.
 
Todo ha incidido de forma notable en fortalecer el rol que se pretende otorgar al trabajo: un input productivo más.

Exiliarlo de la patria de las construcciones sociales y políticas, hasta el polvo del país vecino de la relación mercantil.

Despojarlo de su regulación y normativización colectiva hasta la fragmentación individualista.

Cambiar la centralidad del trabajo en la generación de valor social y económico (en su doble faceta de elemento de producción y a la vez factor clave en la agregación de demanda) por la centralidad de la financiarización económica como dopaje alternativo.

La jornada mundial por el trabajo decente es un buen momento para sacar fotos panorámicas. La foto en sepia de los telares que siguen produciendo en condiciones de semi-esclavitud para marcas senyeras de nuestros textiles cotidianos. Cadenas de valor que son mucho más cadenas que valerosas.

Pero también la evolución salarial en las grandes manufacturas mundiales como China, donde pese a la dificultad de obtener datos y las diferencias por sectores o regiones se aprecia un notable incremento salarial, y un sesgo generacional en las demandas de mejoras laborales.

La foto panorámica de Europa, instalada en una encrucijada tras el colapso de su colesterol financiarista, su digestión inacabada de endeudamiento y su crisis de demanda solvente. Busca como reponer la circulación que dé salida a la sobrecapacidad instalada que está detrás de las tasas de desempleo y continuas amenazas de recesión o deflación.

Necesitamos componer una foto o un retrato colectivo que situé el trabajo y la distribución primaria de riqueza a través de la asignación salarial y fiscal/presupuestaria. Tarea improbable sin reconstruir un marco democrático y un contrato social. Debiera ser el núcleo de cualquier programa político y social progresista.
 
La otra foto, en blanco y negro, es el de la devaluación competitiva hoy hegemónico y amenazante con romper los consensos de sociedades que hicieron de un determinado grado de cohesión social, casi un hecho constituyente.

Por eso el trabajo decente es el esqueleto del derecho de ciudadanía. Como tal la sostiene y hace que el cuerpo sea algo armonioso o una masa informe de músculos y vísceras, fragmentado y disuelto. Y de estas cosas, dichas de otros modos, debiera hablarse hoy, 7 de octubre, jornada mundial del trabajo decente... 


No hay comentarios: