Se cumplen 125 años de la celebración del 1º de mayo. En
un momento histórico en el que toca con más fuerza que nunca reivindicar el
valor del trabajo y la clase trabajadora. Es verdad que el mundo del trabajo
cambia de forma veloz y más lo hará el en futuro. Pero la necesaria adaptación
a esos cambios no debe hacerse sin recordar el papel fundamental del sindicato:
organizar a las y los trabajadores para conseguir y defender derechos
colectivos, laborales y sociales.
Biltzar de cuando recuperamos las libertades |
En un centro de trabajo conviven plantillas de empresas
principales, contratas, servicios externalizados; partes de la producción o del
comercio se establece con otras partes del mundo; los famosos mercados tratan
de aprovechar esta nueva realidad para favorecer sus intereses de acumulación.
Eso exige del sindicalismo nuevas formas de organizarse para ser útiles.
Las personas a las que representamos se socializan de
formas distintas, más variadas. La incorporación de las mujeres al mundo
laboral retribuido (que ahora se pretende precarizar más, incluso revertir), las
relaciones sociales más horizontales, aspiraciones distintas a conciliar la
vida laboral y personal… sin duda, todo es más complejo. Debemos saber interpretar
intereses variables.
Aquellas ideas entonces parecían buenas ideas... |
En este año, con varias
elecciones políticas y con una mejora de las cifras macroeconómicas que van a
mejorar estadísticamente las cifras de empleo, vamos a escuchar machaconamente
una frase: “La economía y el empleo se
recuperan como consecuencia de la aplicación acertada de políticas de
austeridad y de reformas estructurales”
Se trata de legitimar los
recortes salariales y sociales, o la privatización de servicios públicos. ¡Vaya
si hay intereses y conflicto de intereses detrás de esas políticas!
1º de mayo de 1982 |
Tenemos que decir que si
esta crisis está siendo tan larga y tan dura, es en gran parte por las medidas
de austeridad impuestas. Que el conjunto de administraciones del estado haya
bajado a la mitad su inversión pública del 2007 al 2014, o la caída salarial,
ha deprimido la actividad económica. La salida neoliberal a la crisis pretende
competir en base a peor calidad de vida y de empleo de la mayor parte de la
población.
CC.OO. de Euskadi apuesta por
una alternativa. No es recuperar el consumo o la situación pre-crisis saliendo
de ella por la puerta de entrada. Es la que sitúa la cohesión social, la
equidad y la igualdad como elementos claves. No sólo para construir una
sociedad decente, que también, sino como necesidad económica para poder crecer
de forma sostenible y no sobre burbujas y sobreconsumo endeudado.
Nuestras herramientas
fundamentales han sido siempre la negociación colectiva, ser interlocutores
sociales y la movilización. En todos estos terrenos se pretende quebrar la
legitimidad del sindicalismo. En todos ellos tenemos que revisar nuestra
actuación para hacerla más fuerte, más útil. Pero todos ellos son necesarios si
queremos ser un agente determinante en la distribución de la riqueza, y en la
construcción de un marco de derechos y por tanto de una ciudadanía democrática
real.
Euskadi tiene particularidades
en este terreno. Recuperar el diálogo social para lograr acuerdos beneficiosos
para la gente es tarea complicada. Sobre todo con un Gobierno de escasa
voluntad negociadora en sus relaciones laborales como prueba la situación en Osakidetza o la mesa de la función
pública. En todo caso hemos arrancado medidas importantes para favorecer el
empleo o la renovación de plantillas con el contrato de relevo.
Qué decir de la negociación
colectiva, donde el sindicalismo multicorporativo que es ELA potencia en toda
su extensión la reforma laboral de Rajoy, poniendo en riesgo la negociación
colectiva sectorial, espina dorsal del sindicalismo de clase.
La legitimidad
imprescindible en cualquier organización que aspira a representar
democráticamente, la vamos a reivindicar en la calle el 1 de mayo. Pero la
tenemos que construir día a día, en cada centro de trabajo, estando con la
gente en las empresas. Desde la transparencia necesaria para que nadie pueda
sembrar dudas sobre la dimensión profundamente ética que tiene la acción
sindical, el sindicalismo y el o la sindicalista.
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